Se estima que en 2020 el 75% de los negocios serán plenamente digitales. Tendencias como el cloud van a protagonizar este cambio, que logrará agilizar la toma de decisiones para adaptarse a cada situación de mercado, y que facilitará la comunicación entre personas, organizaciones y cosas como nunca antes se había hecho. Esa es la teoría, en la práctica aún quedan algunos asuntos por resolver.

El cloud computing se está imponiendo como tendencia tecnológica dentro del proceso de transformación digital que actualmente atraviesan las empresas de todos los sectores de actividad. Beneficios como la reducción de costes, la posibilidad de crecer sin límite o de adaptarse con rapidez y agilidad a las cambiantes demandas del mercado ponen a la nube en el centro de las estrategias de TI de prácticamente todas las organizaciones.

Sobre esta realidad queda poco lugar para la duda. En una encuesta realizada por F5 hace unos meses, el 67% de los responsables de TI afirmaba que sus compañías ya habían adoptado una estrategia cloud first. En otro informe, publicado por Harvard Business Review en otoño de 2015, solo el 22% de los profesionales consultados decía que la nube no era lo más importante para ellos en ese momento.

La migración de los flujos de trabajo de TI a la nube aporta ventajas significativas, pero también puede provocar tensiones no deseadas en las funciones de administración, seguridad y operaciones. La verdad es que abordar un cambio en los modelos de negocio —teniendo que mantener la calidad de los servicios en un entorno con un constante crecimiento del número de usuarios, de aplicaciones y de volumen de tráfico— es algo que produce un cierto vértigo.

Fuera de la zona de confort

Partimos de una realidad en la que, durante años, las organizaciones han estado invirtiendo en tecnología para mantener las aplicaciones en las que basan sus negocios dentro de un perímetro bien definido y protagonizado por el centro de datos. Las aplicaciones se gestionaban de forma centralizada bajo una única infraestructura. El personal de TI disponía de un control total sobre todos los aspectos del ciclo de vida y la implementación de la aplicación, y el perímetro del centro de datos proporcionaba protección frente a amenazas externas.

Ahora nos encontramos con un nuevo orden en el que las aplicaciones se implementan cada vez con más frecuencia fuera de las instalaciones, dentro de una variedad de modelos basados en la nube. La nueva realidad obliga a enfrentarse a multitud de opciones y a tomar decisiones que no siempre son sencillas. Hay que decidir qué modelo de nube elegir (pública, privada o híbrida), con qué plataforma trabajar y cómo solucionar aspectos que tienen que ver con la integración con los nuevos servicios de aplicación, con el desarrollo de las aplicaciones  y con su seguridad fuera del perímetro tradicional.

Todo ello nos lleva una y otra vez a las aplicaciones, que es la única constante que permanece intacta tanto en los entornos pasados como en los futuros. Por ello, la decisión de orientarse a la nube debe basarse siempre en una estrategia centrada en la aplicación, ya que de nada servirá reducir los costes de infraestructura si, al final, el negocio no funciona. Esta estrategia tiene que ser capaz de garantizar servicios de entrega consistentes para cada aplicación, independientemente del modelo de implementación. Debe también ser capaz de abstraer las complejidades de entornos dispares y permitir el uso continuado de habilidades y políticas, apoyándose en enfoques DevOps.

La orientación hacia la nube debe basarse en una estrategia centrada en la aplicación

Un viaje tranquilo es posible

El problema no es poder disponer de servicios capaces de garantizar la seguridad, la disponibilidad y la escalabilidad de las aplicaciones. Los servicios existen y pueden encontrarse con facilidad. La cuestión es que no sea necesario cambiar toda la arquitectura de TI para que esos servicios funcionen como un engranaje perfecto; para que se entiendan entre ellos con independencia de si una aplicación reside en el centro de datos o en una plataforma cloud; y para que sean capaces de asegurar el correcto desarrollo del negocio sin que ello suponga un quebradero de cabeza para el departamento de TI, evitando que sus profesionales se vuelvan locos al tener que reprogramar aplicaciones o gestionar multitud de políticas, consolas, registros, cuadros de mando, API… Porque si no es así, las ventajas de ir a la nube no estarán tan claras. Ni será tan barato, ni será tan sencillo, ni garantizará el correcto desarrollo del negocio.

Así, para moverse a la nube con confianza es necesario que la estrategia contemple:

  • Un ecosistema definido por cada organización, no por los proveedores. Cada empresa presenta necesidades únicas y utiliza combinaciones de proveedores para los productos y servicios que mejor satisfacen esas necesidades. Los servicios de entrega de aplicaciones deben funcionar en cualquier plataforma y en cualquier escenario para todos los clientes.
  • Servicios de entrega de aplicaciones que rodeen a la aplicación y eviten hacerla más pesada. Deben ser de baja fricción y fáciles de obtener; además deben permitir a las empresas administrar infraestructuras de aplicaciones cada vez más complejas y extensas.
  • Gestión sencilla. Que todos los servicios puedan ser administrados desde una única consola.
  • Programación y orquestación automatizadas, para no trabajar con múltiples lenguajes, frameworks o herramientas que pueden derivar en errores o en políticas menos estrictas.
  • Despliegue ágil de aplicaciones mediante la incorporación de herramientas que faciliten la seguridad, la estabilidad y el cumplimiento de políticas, con el fin de dejar que los desarrolladores se centren en ofrecer valor para la empresa.
  • Afortunadamente, ya existen soluciones capaces de garantizar la implementación y administración consistentes de los servicios de entrega y de seguridad, así como las capacidades de administración y orquestación que, en conjunto, puedan abordar con éxito una estrategia cloud centrada en la aplicación.

En el caso de F5, estamos cumpliendo con esta visión mediante la creación de servicios de entrega de aplicaciones flexibles, programables y automatizables, que permitan desarrollar y desplegar rápidamente aplicaciones y servicios escalables en cualquier lugar y plataforma. Proporcionamos la capacidad de aplicar políticas consistentes que abarcan centros de datos, nubes privadas, públicas e híbridas. En última instancia, el objetivo es ayudar a disminuir el coste total de propiedad (TCO) de las infraestructuras de aplicaciones, al tiempo que aumenta la velocidad con la que se introduce la innovación.

Para lograrlo, es necesario posicionarse en un lugar único, situado en la convergencia de la nube y los servicios de aplicaciones de centro de datos tradicionales; y tender un puente sobre estos mundos, impulsando servicios inteligentes de entrega de aplicaciones que proporcionarán la capacidad de tener éxito y prosperar, ahora y en el futuro, con la estabilidad, la seguridad y el compliance necesarios.