
Hablemos de bioimpresión y su aplicación en el ámbito de la medicina. Que las impresoras 3D han revolucionado el mundo de la fabricación de piezas y componentes por su rapidez y bajo coste, es más que una evidencia. Ya se usan para casi todo, en modelaje, prototipos o recambios, y en sectores tan dispares como arquitectura, joyería, moda, calzado, automoción, aeronáutica, espacial, alimentario o médico. Si algo se puede fabricar, se puede imprimir. No hay límites.
La bioimpresión sustituye los bioplásticos y resinas por biomateriales y células vivas para reproducir tejidos y órganos vivos
En 1976 IBM lanza la impresora de inyección de tinta, y de 1984 en adelante, Siemens, HP y Epson, tras muchas mejoras, abren la puerta para transformar la tecnología de impresión con tinta a la de impresión con resinas y materiales plásticos derivados del petróleo.
En la actualidad hay diferentes tipos de impresión 3D:
- Modelado por deposición fundida (FDM), que usa materiales como el ABS (acrilonitrato butadieno estireno), que se usa desde 1963 para hacer los bloques de las conocidas construcciones LEGO, y PLA (ácido poliláctico) un bioplástico.
- Sintetización selectiva por láser (SLS), donde este polimeriza el material en polvo, comprimiéndolo por estratos hasta solidificarlos. Es un proceso lento y caro, pero, por el contrario, permite geometrías complejas.
- Estereolitografía (SLA). Es el gran avance de 1984, que permite crear objetos 3D a partir de datos digitales, una fabricación aditiva que solidifica una resina líquida con luz UV.
- La bioimpresión, que sustituye los bioplásticos y resinas anteriores por biomateriales y células vivas para reproducir tejidos y órganos, también vivos.
Bioimpresión
Los antecedentes teóricos de la impresión de órganos injertados, que suplen a los naturales, debemos buscarlos en la novela Ubik, escrita en 1969 por Philip K. Dick. Sí, es el creador de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, que fue adaptada al cine como Blade Runner, un relato en el que el autor recrea ideas sobre la vida más allá de la muerte.
En la actualidad, la fase clínica en la industria farmacéutica para desarrollar un nuevo medicamento suele llevar entre diez y quince años de desarrollo, y el proceso completo puede alargarse entre veinte y veinticinco años. Además, de cada mil medicamentos que inician el camino, solo uno sale al mercado. La mayoría de estos largos, complejos y costosos desarrollos fallan en la etapa final: en las pruebas en seres vivos; y, sobre todo, en un órgano: el hígado, que es muy poco tolerante a la toxicidad y los rechaza.
¿Y si se pudieran hacer pruebas previas creando un hígado prototipo en 3D, por bioimpresión, a medida de cada medicamento o paciente? Se estima un ahorro de tiempo de tres años, y cerca de 20.000 millones de dólares de un total de 50.000 millones dedicados solo a esta partida.
Las pruebas con tejidos vivos resolverían el problema de los rechazos, y se reduciría la necesidad de donantes compatibles
Este ahorro de tiempo y dinero permitiría reducir las listas de espera, que es lo que en el fondo importa. Por ejemplo, en Europa más de 50.000 personas esperan un trasplante. Además, las pruebas con tejidos vivos con cada paciente permitirían resolver el gran problema de los rechazos, y se reduciría la necesidad de donantes compatibles. Todo un reto.
Impresión 3D y medicina
Las ventajas de usar bioimpresión en medicina son muchas. Para empezar, es más precisa, rápida y menos costosa que otros modelos de producción tradicionales. Además, permite crear formas muy complejas a la medida de cada paciente, evitando rechazos.
Por otra parte, al estar las impresoras en los centros hospitalarios o empresas farmacéuticas, la comunicación entre ingenieros, técnicos y médicos es más fluida y el avance, por lo tanto, es mayor. Está sujeta a la norma ISO 13485.
Por último, al igual que un piloto usa un simulador antes de ponerse a los mandos de un costosísimo avión, un cirujano podrá operar, testear nuevo instrumental o ensayar técnicas sin usar tejidos u organismos vivos, con animales o con cadáveres, eliminando los problemas éticos al realizar las pruebas con órganos impresos.
Desde luego, también es un inmenso negocio, que en 2020 movió 2.300 millones de dólares, según la firma Allied Market Research, y que en 2026 alcanzará los 4.900 millones de dólares.
Ciencia ficción y bioética
La impresión 3D trae consigo infinitas posibilidades, pero la mayor de todas es la de mejorar y salvar vidas, evitando esperas y sufrimientos innecesarios. Además, veo necesario especialidades con entidad propia —bioética y bioderecho— para tratar de salvaguardar y protegernos de tropelías y abusos, que no se preseleccione por dinero o posición social, ni que se garanticen la exclusividad de unos pocos frente al resto.
Si ya hay impresoras que hacen copias de ellas mismas, ¿nos podremos imprimir en un futuro próximo y tener una copia para casos de enfermedad o accidente? No es ciencia ficción. Como ocurre en la novela de Philips K. Dick, ya hay soldados de los que se guarda información genética para poder generar tejidos y órganos ante quemaduras y lesiones en combate.
El concepto de cíborg, acuñado en 1960 por Manfred Clynes y Nathan S. Kline —una “criatura compuesta de elementos orgánicos y dispositivos cibernéticos con la intención de mejorar las capacidades de la parte orgánica mediante el uso de la tecnología”— está cada vez más cerca.
¿Seremos copias mejoradas de nosotros mismos sin limitaciones físicas? ¿Acabaremos pasando una ITV para humanos, que reemplacen órganos desgastados o enfermos por otros nuevos impresos en 3D? ¿Viajaremos ligeros de equipaje e imprimiremos lo que necesitemos en destino, como nuestras propias medicinas? ¿Dispondremos de una impresora 3D en cada hogar?
¿Acabaremos pasando una ITV para humanos, que reemplacen órganos por otros nuevos impresos en 3D?
Tal y como ocurre en la citada novela Ubik ¿viviremos con estos implantes 3D plenamente o estaremos en un estado de “semivida” temporal? ¿Deambularemos en un nuevo estadio de consumismo de órganos a reemplazar periódicamente, como lo es hoy la cirugía estética? ¿Eliminaremos el tráfico de órganos en el mercado negro? ¿Podremos vivir eternamente en cuerpos nuevos, con nuestra mente original y nuestros recuerdos intactos o estos serán también reemplazados e impresos?
Demasiadas preguntas. Si bien todas las opciones son posibles, no todas estarán permitidas. Será la bioética la que marque por donde transitar. Al menos eso espero.