Desde el mito griego de Ícaro hasta los hermanos Wright, nuestra historia está repleta de intentos por alcanzar las nubes. No es difícil comprender por qué la nube se ha convertido en palabra y símbolo para las aspiraciones personales y empresariales, pero, sin la estrategia y herramientas adecuadas, los retos para alcanzarla son considerables.

Los beneficios de la nube están bien documentados y crecen día a día. Con todo, este es un camino con un buen número de retos, y difícil si la compañía no sabe exactamente lo que quiere o necesita. Por ejemplo, uno de esos riesgos es la existencia de TI en la sombra (software, hardware o proyectos que se usan sin el control ni el conocimiento del área de tecnología), que hace que no se tenga una imagen clara de la extensión y los componentes de los sistemas. Esto provoca que los responsables de TI desconozcan qué aplicaciones se ejecutan en qué plataformas, el alcance del consumo de datos o su naturaleza, o en qué infraestructura se apoyan.

Esto dificulta mucho la obtención de un mapa preciso de su arquitectura, sus datos, sus aplicaciones, y de los procesos de negocio que sustentan. No tener una visión rigurosa de qué está instalado y cómo se usa es un gran error cuando se pretende llevar los sistemas a la nube. Aunque el shadow IT se conoce desde hace tiempo, queda mucho recorrido para solventarlo. Según Gartner, representa entre el 30% y 40% del gasto en TI de las grandes empresas a nivel mundial.

Herencia y seguridad

Las aplicaciones en la nube nativas a menudo dependen de in­fraestructura TI tradicional, que puede suponer entre el 60% y el 90% de los sistemas de una empresa. Prio­rizar y migrar solo los aspectos de nube nativa puede hacer las cosas más complicadas, ya que existe el peligro de crear involuntariamente nuevas relaciones de dependencia que terminen por manifestarse a través de tiem­pos de respuesta más largos y peores rendimientos. Por tanto, centrarse solo en aplicaciones cloud nativas (diseñadas para funcionar en un entorno web) tiene el riesgo de que la migración acabe siendo incompleta, ya que los procesos integrales pasarían tanto por aplicaciones preexistentes como por la nube.

La ciberseguridad es otra asignatura central en relación con la nube. De hecho, el cibercrimen será cada vez más sofisticado. La disparidad entre los silos o sistemas cloud y los preexistentes puede generar vulnerabilidades y abrir una puerta de entrada que los criminales pueden aprovechar. Este riesgo se incrementa por el shadow IT: ¿cómo puedes asegurar tus sistemas si no sabes lo que estás protegiendo?

Planificar y gestionar

Puede que Ícaro llegara a las nubes, pero su falta de entendimiento y planificación causó finalmente su caída. Es esencial que, en su viaje hacia la nube, las empresas realicen una planificación detallada, no ya solo para evitar errar, sino para procurar que más tarde puedan continuar con su desarrollo de forma sostenida y eficiente.

Llegar a una operativa netamente cloud no es solo un viaje a un punto, sino un proceso que se mantiene en el tiempo y que se deberá adaptar conforme muten las necesidades y progrese la tecnología. No en vano, la evolución de la inteligencia artificial, la computación cuántica, el IoT y la blockchain prometen cambiar rápidamente la nube.

Una de las formulaciones más acuciantes es el mul­ticloud: el uso simultáneo de diversidad de pro­veedores según los servicios que ofrezcan. Por ejemplo, contratar simultáneamente servicios con AWS, Azure y Google para aprovechar las ventajas y evitar los inconvenientes de cada propuesta. Una de las razones de esta práctica es eludir el denominado lock-in, es decir, que los datos se queden “en­cerrados” en una nube particular por problemas de compatibilidad. Aunque el nivel de flexibilidad aumenta, es evidente que esta opción arroja mayor complejidad en la gestión de la nube.

El desarrollo del cloud computing también ha propiciado una gran diversificación en las posibilidades de provisión de TI, así como en las de ex­ternalización de procesos y servicios. Las propuestas vertica­les dan una respuesta cada vez más ajustada a las necesidades concretas del negocio. De hecho, cada vez hay más tipos de servicio (IaaS, PaaS, SaaS…) bajo un modelo todavía en evolución.

Podría decirse que, hoy, toda la operativa es susceptible de externalizarse en forma de servicios en la nube, que proporcionan desde la infraestructura sobre la que se asienta el negocio hasta las aplicaciones de gestión de procesos internos y externos. En muchos de estos casos, la clave de la externalización es la eficiencia obtenida por la automatización de procesos, multiplicada por la flexibilidad del pago por uso.

El objetivo es ofrecer sencillez en un ámbito en el que suele reinar la complejidad

Figura 1. Capgemini Cloud Platform.

Capgemini Cloud Services

Una de las vías para responder a esta diversidad es la externalización de su gestión integral, que se erige como una vía para salvar las complejidades que arroja esta transición.

En este escenario, Capgemini Cloud Services (CCP) plantea una propuesta de valor para que las empresas externa­licen la gestión integral y centralizada de sus diferentes opcio­nes de nube: en los diversos modelos (privada, pública, híbrida y múltiple), y modalidades (IaaS, PaaS, Saas, etc.). Se trata de ofrecer sencillez en un ámbito en el que suele rei­nar la complejidad.

CCP representa una solución “llave en mano” que cubre el pro­ceso desde el primer paso: consultoría, migración, gestión y DevOps, incluyendo la innovación y desarrollo cons­tante de aplicaciones cloud nativas. Como CCP implica una concepción integral de la nube, el orden en el que se acometen estos pasos es intercambiable según la necesidad y el estadio del proceso cloud de la empresa.

En ocasiones, debido a restricciones diversas (tiempo, presupuesto, desinformación…), las empresas optan por realizar migraciones parciales, que trasladan aplicaciones heredadas a la nube pública con el objetivo de reducir costes y mejorar la potencia de sus recursos. Estas transformaciones incompletas pueden aumentar la complejidad sin que se consigan todas las ventajas que ofrece la nube.

Por ello, es imprescindible disponer de una herramienta cen­tral, capaz de ir más allá de la migración, que identifique qué servicios merece la pena transformar y ejecute la transforma­ción, al tiempo que gestiona los servicios cloud actuales. Esto cobra una especial relevancia cuando se administran servicios tan complejos como los de TI, Este escenario no solo exige capacidades técnicas, sino también flexibilidad para trabajar de forma coordinada con diferentes proveedores. Precisamente, CCP ofrece esta habilidad, centralizando todas las incidencias y los trámites administrativos en un solo proveedor.

La migración a la nube es un reto significativo, aunque hay que verlo como un viaje duradero. Debemos aspirar a llegar a las nubes, pero evitar que nos pase como a Tales de Mileto, el sabio griego que mientras observaba las estrellas olvidó mirar dónde pisaba y acabó cayendo a un pozo.