La expansión del Internet de las Cosas es innegable. Sin embargo, como usuarios —ya sea en el ámbito doméstico o empresarial— tendemos a simplificar todo lo que implica esta tendencia. Detrás de esa aparente sencillez de uso, se oculta una compleja infraestructura tecnológica que resulta esencial para que todo funcione. El éxito de IoT pasa por la capacidad de llevar a buen puerto la conjunción de las diversas tecnologías que lo hacen posible.
Como tendencia, IoT es imparable. La consultora Gartner le ha estimado una tasa de crecimiento interanual para el período 2013-2020 superior al 35% en lo que a dispositivos profesionales se refiere. Siguiendo esa tendencia alcista, para 2020 estaríamos hablando ya de unos 25 millones de unidades (y un total, sumando el ámbito doméstico, de más de 100 000 millones de objetos conectados).
En cualquiera de los ámbitos en los que los usuarios ya se están beneficiando del IoT, la percepción generalizada —y simplificada— es que esto es posible gracias a un conjunto de sensores que antes no existían y que ahora envían información en tiempo real. Esta afirmación es una verdad solo a medias, que guarda en su interior infinidad de matices.
En primer lugar, el proceso no es simple, más bien a la inversa. En contra de lo que mucha gente piensa, IoT no es una nueva tecnología, sino un complejo ecosistema en el que conviven tecnologías heredadas con otras de última generación. Ya solo garantizar la armonía y la perfecta comunicación entre los sistemas legacy y los más innovadores requiere una integración que no resulta baladí.
En este sentido, ni siquiera el universo de sensores que parece traer consigo IoT es nuevo. Hablamos de dispositivos que llevan mucho tiempo con nosotros, capaces de medir la humedad, la temperatura o, por ejemplo, detectar si una válvula en una fábrica está o no abierta. La diferencia fundamental con el nuevo escenario es que, tradicionalmente, todos esos sensores funcionaban en silos estancos, en soluciones o tecnologías verticales de determinados sectores de actividad. Y eso se acabó.
IoT es un ecosistema en el que conviven tecnologías heredadas y de última generación
Colaboración con fabricantes
Si analizamos lo que implica realmente el mundo IoT nos damos de bruces con una nueva nomenclatura que se ha bautizado como edge computing. Esta mezcolanza de tecnologías, entre las que se encuentran 5G, cloud o big data, entre muchas otras, será con la que verdaderamente se obtenga valor de este fenómeno, cuyo impacto económico para 2025, según McKinsey, podría rondar los 11,1 billones de dólares.
La primera de las fases en IoT es la referida a la recogida de información, es decir, que tiene que ver con los sensores, dispositivos o wearables que recopilan datos, para después enviarlos. En este punto, es muy interesante la colaboración de los fabricantes de esos sensores con los proveedores TIC. Esta cooperación resulta esencial para garantizar la intercomunicación de todos los actores implicados en IoT, ya sea en dispositivos de nuevo desarrollo o en los ya existentes, pero que es preciso modificar.
En esa línea, y bajo el paraguas de su plataforma la solución de EC-IO (Edge Computing IO), Huawei proporciona a los fabricantes una serie de chipsets que permiten, de un modo sencillo, la comunicación de esos sensores a través del estándar de comunicaciones LTE (long term evolution). Además, la multinacional china también ha desarrollado LiteOS, que propone una plataforma unificada especialmente pensada para que los partners desarrollen soluciones IoT rápidamente.
Se trata de un sistema operativo abierto, compatible con todos esos productos susceptibles de ser conectados y que se ha convertido en el más ligero del mercado (tan solo ocupa diez kilobytes). Entre las características más relevantes de LiteOS podemos mencionar su capacidad de configuración sin intervención, el descubrimiento automático o la posibilidad de que los terminales se conecten a una red de forma automatizada.
Es crucial dotar a los dispositivos de inteligencia para ejecutar acciones de forma autónoma
La importancia del transporte
El segundo de los pasos en este ecosistema edge computing es el transporte de todos esos datos a los centros de control o de procesamiento, donde terminarán por convertirse en información. Como viene siendo la tónica general, se tratará en su mayoría de centros ubicados en la nube, para contar con todos los beneficios de escalabilidad, flexibilidad e interoperabilidad que propone cloud computing.
Por este motivo es muy importante contar con proveedores TIC capaces de suministrar la tecnología necesaria para que sean posibles tanto la convergencia como la conectividad. Con Agile Gateway, Huawei cubre los requisitos que hoy se han hecho imprescindibles para sacar el máximo partido de IoT. Este es el caso, por ejemplo, de la necesidad de contar con numerosas interfaces, puesto que en el mundo de las telecomunicaciones se conjugan desde RF o ZigBee a PLC y RS485. No solo eso, sino que también resulta crucial dotar a los dispositivos de una inteligencia local, lo que les permite ejecutar acciones de forma autónoma, sin necesidad de consultar capas superiores. Esto no solo agiliza procesos, sino que, además, es crucial en casos de desconexión.
Agile Gateway cubre los requisitos imperativos para sacar el máximo partido de IoT
Procesamiento y servicio
Con este volumen de millones de dispositivos conectados a la Red, es fácil imaginar la ingente cantidad de información generada. IDC predice que, en 2020, el 10% de todos los datos del mundo provendrán de IoT: 44 zettabytes. La potencia de cálculo necesaria para gestionar esos flujos de datos, y para procesarlos y sacarles el máximo beneficio transformándolos en información con valor añadido —todo ello en tiempo real—, no está al alcance de cualquiera.
De esta manera, es vital contar con el soporte tecnológico necesario para poder llevar a buen término ese edge computing con el que, entre otras virtudes, es posible discriminar los datos más relevantes (que requieren un acceso inmediato) de los más irrelevantes, que requieren menos ancho de banda para su transporte.
Tecnologías como Huawei Agile Controler reducen la complejidad de toda esa gestión, dotándola de la pátina de seguridad necesaria, así como del análisis y las políticas requeridas para monitorizar este transporte. Se trata de un paso clave para culminar con garantías la capa analítica, que ha encontrado en el mundo cloud su hábitat natural. De este modo se reducen drásticamente los costes y se adquiere la agilidad necesaria para la toma de decisiones, ya sea en el plano empresarial o, por ejemplo, en el de la Administración Pública, cuando abordamos el concepto de ciudades inteligentes (smart cities).
En suma, el éxito de IoT pasa por edge computing y tres capas bien diferentes que interoperan, y que no pueden desligarse unas de otras: la capa de fuentes de datos, la de transporte e inteligencia y, por último, la más analítica, que ha saltado al plano de cloud computing. Responder a los desafíos que presenta cada una de estas capas resulta crucial para afrontar con garantías de éxito el amplio mundo de posibilidades que se abre con IoT.