Conforme avanza la transformación tecnológica, cada vez son más frecuentes los análisis que toman el pulso al tejido empresarial en un intento de medir, con la mayor precisión posible, el grado de madurez digital de las compañías y sectores. Veamos algunos datos muy interesantes y las tendencias que están marcando el camino de esta evolución.

Uno de los informes más recientes que hemos publicado, Understanding digital mastery today: why companies are stru­ggling with their digital transformations, señala que menos de la mitad de las empresas considera que tiene las capacidades digitales (39%) y las de lide­razgo (35%) necesarias para que su transforma­ción digital sea exitosa.

Si lo comparamos con los datos de 2012, el avance es muy pequeño, aunque tiene mucho que ver con la creciente complejidad del entorno actual. Hace seis años, el contexto era muy diferente, el obje­tivo de transición digital era aún de pocas com­pañías y el enjambre de tecnologías más sencillo; por ejemplo, la visibilidad sobre la blockchain o la inteligencia artificial era más difusa y hoy están lla­madas a ser las tecnologías más preponderantes.

Pero qué es lo que nos dice si somos maduros digitalmente o, sencillamente, si estaremos ha­ciendo las cosas bien, mal o regular. Merece la pena recordar algunos conceptos básicos.

La madurez digital es un termómetro que indica dónde está una organización en su via­je hacia la digitaliza­ción. Exige cubrir cuatro dimensiones para llegar a un buen nivel: mentalidad digital, operaciones digitales, talento y gestión de datos. Esto requiere liderazgo, inversiones y esfuerzo. Por su parte, la destreza digital es una habilidad que las organiza­ciones desarrollan para adaptarse rápidamente a los fuertes cambios a los que están sometidas por el nuevo contexto digital: nuevas expectativas de los clientes, regulaciones, tecnologías, competido­res, etc. Esto requiere agilidad, flexibilidad, veloci­dad y rapidez en la toma de decisiones.

Los conceptos son complementarios. Puede haber organizaciones con el mismo grado de madurez digital, pero con diferente destreza. Las que de­sarrollan mayor destreza digital llegan antes a la madurez digital y tienen más posibilidades de ser competitivas en el entorno en el que estamos.

La madurez digital indica dónde está
una organización en su viaje
hacia la digitalización

Agilidad y flexibilidad

Por esta ecuación, probablemente sean la agili­dad y la flexibilidad las capacidades digitales que más condicionan el viaje digital de una empresa. Según nuestros estudios, las organizaciones que desarrollan una alta agilidad y flexibilidad digi­tales son más receptivas a su entorno (clientes, proveedores, competidores, empleados, regula­ciones…), mejores en la búsqueda de talento, más capaces de reorganizarse con rapidez y excelentes a la hora de crear alianzas. Además, conocen me­jor sus recursos y su know-how y los redistribuyen rápidamente si lo necesitan, eliminando los silos.

En términos prácticos, ser ágiles tiene que ver con grados de reacción, ser más inteligentes sistematizando la toma de decisiones basadas en datos, automatizar procesos y monitorizar en tiempo real, adaptar con facilidad procesos operativos, dar más poder de decisión a los em­pleados que gestionan clientes o hacer posible una mayor transversalidad en la colaboración interna, entre otros factores.

Según ese mismo informe, en cuanto a capacida­des digitales, las empresas han logrado un gran avance en la experiencia de cliente (CX), pero solo un tercio sobresale en el desempeño digital en las operaciones, que es donde precisamente se ins­criben la agilidad y la flexibilidad. Por ejemplo, el porcentaje de empresas que monitoriza las ope­raciones en tiempo real es todavía un 40%, las que modifican sus procesos operativos para la rápida adaptación a retos externos representan un 29% y las que propician la colaboración digital entre empleados, un 38%. Estos datos no son negativos per se, pero sí plantean que hay muchos retos aún para alcanzar niveles óptimos de agilidad.

La agilidad se ha convertido en una condición tan preciada que contar o no con ella puede ser inclu­so un detonante para la materialización de una colaboración con terceros. En el sector de los ser­vicios financieros, por ejemplo, las fintech buscan colaborar con la banca tradicional, pero a un 70% les inquieta colaborar en proyectos con las entida­des tradicionales por su falta de agilidad y por la diferencia cultural.

Como en todo, una empresa no puede ganar agi­lidad digital de un día para otro. Es importante definir una estrategia en la que converjan facto­res de cambio cultural y estándares operativos anclados en formas de automatización en la nube y en prácticas DevOps, Agile o Lean, entre otras combinaciones.

La automatización en la nube está impulsando también la versatilidad de las empresas

Automatización y nube

La automatización de tareas es actualmente una de las medidas más interesantes para ga­nar agilidad, por sus resultados en tiempo y forma. Según el análisis The automation advan­tage: making legacy IT keep pace with the cloud, el 75% de las empresas más avanzadas en pro­cesos de automatización en la nube han incre­mentado sus ingresos y también sus beneficios, y un 80% han ganado agilidad para la organiza­ción. Es más, aquellas empresas que usan las tecnologías dispo­nibles en la nube para automatizar sus apli­caciones —así como procesos de TI tales como la gestión de pruebas— consiguen multiplicar por dos la frecuencia de actuali­zación de su software de negocio; y un 5% de ellas consiguen hacerlo de manera continua. Es un ejemplo plausible de agilidad.

El siguiente paso natural será la transición de sus sistemas de un entorno automatizado a uno in­teligente. Esto significa que, en lugar de que sean los usuarios los que realicen las operaciones con un clic, las aplicaciones detectarán por símismas cuándo necesitan capacidad o activar funciona­lidades. La combinación de inteligencia artificial y de tecnologías como la de contenedores será capaz de crear estas capacidades y ganar agilidad.

A este respecto cabe también recordar que el in­forme Cloud native comes of age, de 2017, indicaba que la proporción de aplicaciones empresariales que serían nativas de la nube se multiplicarápor algo más de dos en 2020, en una clara apuesta por mejorar la agilidad. Sin embargo, la visión que arroja este estudio va más allá, pues pone de relieve que la automatización en la nube estáim­pulsando no solo la presteza de las organizaciones, sino también su versatilidad.

Para avanzar en la automatización de operaciones en la nube es importante desterrar las inquietudes en materia de seguridad. Esta se ha sofisticado tremendamente y hoy la nube es un lugar más seguro que un ordenador, por cuanto los propios proveedores de servicios son cada vez más dili­gentes y utilizan mecanismos de seguridad, como los procesos de código, que garantizan una transi­ción segura hacia la sistematización.

FIGURA 1. La automatización y el impacto positivo en los indicadores del rendimiento empresarial. Fuente: Capgemini.