Parece más bien un sueño o un deseo: poder controlar robots, ordenadores o dispositivos inteligentes (smart devices) con la mente. Esa es la visión que proponen las brain-machine interfaces (BMI). Se trata de permitir la comunicación entre el cerebro humano y cualquier dispositivo. Conseguir que estén conectados. Esto ya no es solo un argumento de ciencia ficción: cada vez más publicaciones científicas describen estos dispositivos, que integran chips de inteligencia artificial con diferentes grados de complejidad y todo un mundo de posibilidades.

En los últimos años varias empresas han comenzado a desarrollar tecnologías para leer la mente, en un sentido literal

Si esto se convierte en realidad, hará que nuestra mente —considerada como la última frontera de la privacidad— sea despojada de ese rasgo distintivo de forma definitiva.

Brain enhancing

En los últimos años, varios gigantes tecnológicos —y algunas empresas que están apareciendo, tales como BIOS, Wise, Cyborg, Newronika, BitBrain, CalaHealth, Cortec o NextMind— han comenzado a desarrollar tecnologías que tienen como objetivo leer la mente, en un sentido literal.

Citaremos algunos ejemplos. Recientemente, Neuralink, una empresa de Elon Musk, implantó un chip en el cerebro de un mono que le permite jugar a videojuegos usando su pensamiento. Gracias al éxito de este experimento, podría empezar los ensayos con humanos ya a finales de 2021, que es el objetivo de esta startup. Estos desarrollos podrían traducirse en que, por ejemplo, los enfermos de párkinson puedan controlar sus movimientos físicos o incluso manipular máquinas a través del pensamiento. Pero Musk tiene ambiciones mucho mayores, y habla de desarrollar cognición sobrehumana (superhuman cognition), buscando mejorar el cerebro humano.

Facebook, de Mark Zuckerberg, es otra empresa que esta desarrollando tecnología cerebral. En 2019 adquirió CTRL-labs, una startup que desarrolla pulseras capaces de leer la mente (mind reading). Básicamente, la pulsera detecta señales eléctricas de la médula espinal que le indican a los músculos de la mano cómo moverse.

Con sede en Londres, Maaind es una empresa británica que tiene como objetivo entender la mente humana. Aurora, la aplicación de la compañía, ayuda a los usuarios a rastrear, comprender y administrar los estados mentales (emociones, estrés, cansancio y atención) a través de la voz (grabaciones) y la biometría, todo ello de una manera segura y preservando la privacidad.

La startup QV Bioelectronics es otra empresa inglesa, con sede en Manchester. Su propuesta de valor se centra en mejorar los resultados clínicos y la calidad de vida de los pacientes con tumores cerebrales a través de dispositivos de electroterapia.

China también sobresale en este tipo tecnología y es precursora en herramientas de decodificación y en el terreno de las denominadas brain-computer system applications. Por ejemplo, un equipo de neuroingeniería de la Universidad de Tianjin está trabajando en el desarrollo del chip BrainTalker, que, en palabras de sus desarrolladores, tiene como fin “decodificar la intención mental de un usuario únicamente a través de señales eléctricas neuronales”. Esto se lograría sin la necesidad de teclear comandos en un dispositivo y, en consecuencia, convertiría esta tecnología en más portátil, wearable y accesible para el público en general.

¿Hacia dónde vamos?

En los últimos años ha habido avances inmensos en todo lo reaccionado con las neurotecnologías, impulsados ​​en parte por una considerable inversión procedente de Estados Unidos, Europa y otras regiones. En general, el futuro de estas tecnologías es brillante, especialmente en el tratamiento médico y en la expansión de la cognición humana. En cualquier caso, la sociedad todavía tardará un tiempo en entender de lo que son capaces y lo que pueden ofrecer a las personas.

En general, el futuro de estas tecnologías es brillante, especialmente en el tratamiento médico y en la expansión de la cognición humana

Pero, al igual que ocurre con cualquier tecnología emergente, las BMI conllevan muchos riesgos e incógnitas. Antes de que la tecnología madure, las empresas y los gobiernos deben considerar los problemas éticos que va a plantear, el modo en que va a afectar a la autonomía de los usuarios, a la seguridad…, o los escenarios potencialmente aterradores a los que nos pueden conducir.

Este es el momento perfecto para anticiparse, pensar en estas posibilidades y asegurarse de que el contexto de desarrollo es el adecuado.