La transformación digital supone una reorientación total. Ahora es cuestión casi de supervivencia aplicar nuevas prácticas mediante el desarrollo de experiencias completamente diferentes enfocadas en clientes y usuarios. Conlleva también la tarea de definir competencias digitales (eskills) adaptadas al escenario actual y, por encima de todo, hacer evolucionar la figura del responsable de recursos humanos con el fin de devolver el valor a las personas al tiempo que desarrollamos e impulsamos su talento. ¿Estamos preparados?

Vivimos inmersos en la cuarta revolución industrial, liderada por enormes avances tecnológicos. Sin embargo, este proceso no se puede, ni se debe, circunscribir exclusivamente a ese ámbito.

Cada día vemos cómo aparecen toda una serie de nuevas aplicaciones y plataformas que afectan de lleno a nuestras vidas, en la medida en que suponen cambios para nuestras rutinas y generan modificaciones sustanciales a la hora de relacionarnos entre nosotros.

Pero esto también afecta a nuestra relación con las empresas, con las nuevas ciudades inteligentes, con las instituciones y, cada vez más, con las máquinas.

La nanotecnología, Internet de las Cosas e Internet de Todo, la robótica y la impresión 3D ya están en el centro de la nueva era digital, transformando y haciendo evolucionar todo lo que tocan, ya sea en el ámbito empresarial o en el personal. Esta transformación, en la era digital, supone la penetración cada vez mayor de la tecnología en cada faceta de la vida empresarial y conlleva tal velocidad y cambio de paradigma que exige a los líderes y gestores de las empresas reaccionar de manera diferente.

Transformar implica crear futuro, revisar procedimientos y crear una nueva forma de pensar

Transformar para innovar

Transformar implica crear futuro, revisar los procedimientos anteriores y las acciones que llevábamos a cabo, al tiempo que enlaza con una nueva forma de pensar en la que innovar no es una opción, sino una necesidad.

Va mucho más allá de tener un equipo eminentemente técnico dedicado a diseñar y desarrollar tecnología en todos sus formatos y facetas. No se trata tampoco de tener únicamente una página web atractiva o de fijarnos más en las redes sociales.

Para transformar e introducir innovación en los proyectos son necesarios la actitud y el compromiso. Para transformar debemos permitir que las personas se organicen y trabajen juntas haciendo uso de herramientas avanzadas, intuitivas y sociales.

Evidentemente, en este nuevo escenario el talento representa un papel clave. Nos enfrentamos a revisar y redefinir habilidades, a integrar en nuestro trabajo las nuevas competencias digitales, a crear una experiencia de usuario increíble (el “efecto Wow!”). La veracidad ha cambiado de campo para otorgar el rol principal a los propios consumidores, prescriptores e influencers. Son ellos los que juegan el partido en este momento.

Ahora bien, el reto está en transformar las empresas tradicionales, porque, aunque a priori parezca lo contrario, las empresas tecnológicas representan un porcentaje muy pequeño del PIB, por debajo del 20%.

Hablamos de revisar y redefinir habilidades, e integrar las nuevas competencias digitales

Tres pasos para la transformación

Para que una empresa pueda realizar una transformación digital profunda en todos sus niveles de proyección, hay varios pasos fundamentales que no deben pasarse por alto. El primero es la mentalidad abierta para centrarse y pensar que todo está por hacer, lo que anula estrategias a largo plazo totalmente fuera de contexto en este caso.

En segundo lugar, diseñemos una nueva hoja de ruta que sea colaborativa, integremos a todo el mundo, escuchemos puntos de vista y seamos creativos. En tercer lugar, aunque no por ello menos importante, cambiemos de gafas (metafóricamente hablando) para redefinir perfiles profesionales y funciones; busquemos el potencial de las personas y hagamos una lista de las competencias y habilidades que de verdad son indispensables ahora.

Tener una mentalidad abierta y creérselo. Hasta hace relativamente poco, la economía digital se medía en función del tamaño de las empresas tecnológicas, así como de su infraestructura o de las opciones que nos ofrece el comercio electrónico. Sin embargo, ya hemos visto que esto se queda corto. Para que el escenario sea lo más ajustado posible a la realidad es necesario que incluyamos a otros actores, a otros sectores empresariales, y que redefinamos el espacio.

Establecer una nueva hoja de ruta. Las empresas están obligadas a cambiar de rumbo si quieren sobrevivir en la era de la transformación digital. Más del 50% de las empresas que componen Fortune 500 han desaparecido por no tener en cuenta el impacto de la era digital en sus negocios. A esto se une el hecho de que el ciclo de vida de las organizaciones ha pasado de los 75 a los 12 años en muy poco tiempo.

A nuestro alrededor surgen modelos completamente rompedores que no podíamos ni imaginar hace tan solo cinco años. Lo colaborativo, lo social, lo sostenible, la cultura maker ganan la partida y se erigen como nuevos modelos de negocio.

La transformación que se está produciendo fuera de nuestros proyectos debería tener su traducción en el interior de las empresas, que, en todo momento, tendrían que parar y preguntarse qué están haciendo realmente para subirse al carro de la transformación digital.

Definir el futuro del trabajo. El trabajo, tal y como lo hemos conocido hasta ahora, ha cambiado. La relación entre las máquinas y las personas se va a acentuar cada vez más: se estima que más de siete millones de personas en todo el mundo perderán sus puestos de trabajo en los próximos años (esta cifra hace referencia a puestos de baja cualificación).

¿Tenemos la formación adecuada e imprescindible en las competencias digitales que reclama el mercado? Según un estudio realizado por Accenture, el 71% de los mánagers y los directivos de empresas de todo el mundo es consciente de este nuevo contexto digital y se está preparando de manera proactiva y ágil para adquirir las nuevas competencias.

La transformación digital avanza a pasos agigantados y una buena parte del éxito lo encontraremos si sigue adelante la esperada evolución de la figura clásica de recursos humanos. Lo estaremos haciendo bien cuando entre sus prioridades esté el cambio de perspectiva y el ver más allá de los procesos de selección tradicionales para incorporar a los equipos personas con potencial, creativas, con sentido crítico y, sobre todo, con ganas e ilusión por dejar huella en esta apasionante era que vivimos.