
La manera de hacer negocios ha cambiado drásticamente. Ya no es posible sobrevivir con un modelo anclado en el pasado; el rol y la posición asignados al cliente deben evolucionar de acuerdo con la sociedad digital y con las nuevas formas de hacer negocio. Para obtener una visión más cercana de este escenario y conocer el margen de adaptación que tienen las empresas a este nuevo entorno, hemos hablado con Jorge Fernández, director de Hybrid IT para el Sur de Europa de HPE y director de tecnología (CTO) de HPE España y Portugal.
«Cada vez se producen menos interacciones físicas”. Este es, desde el punto de vista del director de tecnología de HPE, uno de los principales factores que han dado un vuelco al modo en que se hacen negocios hoy en día. Las relaciones entre los consumidores y las empresas apenas se mantienen ya en persona, y el ámbito digital es —cada vez más— el medio a través del cual se da respuesta a sus necesidades.
Jorge Fernández apunta hacia las aplicaciones móviles (apps) como uno de los pilares básicos de una empresa, como su cara visible frente a los clientes. Tal es la importancia de este nuevo punto de entrada del negocio que “si hace años era una catástrofe que se cayera el correo electrónico, ya no sucede lo mismo. En cambio, que deje de funcionar ahora la app de la empresa es, sencillamente, inaceptable”.
La app es la que permite la intermediación digital, la que facilita esa interacción en cualquier lugar y desde cualquier dispositivo, independientemente de la franja horaria en la que nos encontremos. Son pocos los sectores de actividad que se escapan a esta tendencia, aunque —quizás— las Administraciones Públicas sean la excepción más destacable, pues, en algunos casos, siguen cautivas de procesos del pasado.
La infraestructura de operación debe estar enlazada con el desarrollo de software
La automatización, imprescindible
Esta evolución, en cierto modo disruptiva, en las maneras de hacer negocios tiene un impacto innegable desde el punto de vista tecnológico. A fin de cuentas, los niveles de exigencia en cuanto al rendimiento y la escalabilidad que aportan las tecnologías de la información (TI) se han multiplicado exponencialmente en los últimos años.
En primer lugar, si miramos al desarrollo de esa puerta de entrada que suponen las aplicaciones móviles, comprobamos que se ha producido un acortamiento extraordinario en los ciclos de desarrollo. “Ninguna empresa puede esperar ya a tener perfectamente completada una app para lanzarla al mercado. De hecho, ya resulta inconcebible que se tarden meses en arrancar una aplicación”.
En lugar de eso, se han cambiado las rutinas del desarrollador. Ya no se pone en producción la mejor versión posible de una determinada app, porque llevaría mucho tiempo; en vez de eso, se van introduciendo poco a poco nuevas funcionalidades para acercarla a las necesidades reales. Los ciclos de desarrollo se acortan hasta el punto que, cada 10 o 15 días, se puede lanzar una nueva versión de la app.
Evidentemente, lo que el usuario percibe como una novedad en la tienda de aplicaciones tiene unas consecuencias innegables en la infraestructura tecnológica. Negocio y funcionalidad van de la mano, pues aquel es el que va marcando las novedades que hay que introducir. Dicho de otro modo, es necesario desarrollar un adecuado nivel de agilidad y flexibilidad en la empresa desde la óptica tecnológica, pues es imprescindible que la infraestructura de operación esté enlazada con el desarrollo de software, dado que “lo que antes llevaba días, ahora, como mucho, lleva horas, si no segundos”.
La clave está en eliminar las fricciones entre ambos mundos, de manera que la comunicación entre el software y el hardware se produzca con fluidez y, ante estos cambios dinámicos, se transmita rápidamente qué recursos se precisan y qué es necesario desplegar automáticamente.
Este abanico de interacciones exige transformar la TI hacia un modelo ágil y flexible
El impacto en el hardware
Más allá de estos niveles de automatismo necesarios, que requieren metodologías ágiles en las que HPE lleva años trabajando, es importante mirar también hacia las arquitecturas de hardware. Así lo indica Jorge Fernández, que subraya cómo la evolución del hardware en este viaje de transformación digital debe ir pareja a los cambios experimentados en el mundo del software. “Solo de esta manera se podrá hacer frente a ese nuevo escenario de sociedad digital, en la que el usuario es absolutamente multifacético”.
La nueva fórmula de interacción con estos consumidores, a través de las apps, hace que “la cantidad de información que llega a la organización sea impredecible. Responder al nuevo órdago que supone este abanico de interacciones con los usuarios hace imperativo transformar las plataformas TI hacia un modelo ágil y flexible”.
Por este motivo, resulta vital contar con el apoyo de proveedores tecnológicos que sean capaces de aportar la innovación y el know-how necesarios, y que puedan suministrar soluciones con las que crear, por ejemplo, repositorios de tipo data lake con los que hacer frente al alud de datos que maneja una compañía con el adecuado nivel de madurez en la adopción de business intelligence. “Para este tipo de organizaciones resulta vital que los sistemas posibiliten el análisis en tiempo real de esos gigantescos volúmenes de información, a través de big data que acelere los procesos de toma de decisiones, y que, además, estas sean más acertadas”.
El tamaño no importa
En este contexto, el tamaño de la organización no importa tanto como la cantidad de interacciones y las relaciones que mantiene con sus clientes. Fernández considera que, en la actualidad, las empresas más pequeñas tienen a su alcance la misma tecnología que las grandes compañías. La clave está en el cloud computing, que permite desplegar servicios con una agilidad nunca vista y con costes controlados.
“Pymes y emprendedores pueden ahora hacer lo mismo que las grandes empresas, apoyándose para ello en proveedores cloud”. Desde su punto de vista, las organizaciones de menor tamaño ya han dado el salto a este nuevo modo de hacer negocios, afrontando una inversión inicial más baja y, además, con menor riesgo. “A medida que crezcan, llegará el momento en que tendrán que valorar si, como muchas de las grandes empresas, se decantan por contar con infraestructura propia o mantienen el modelo cloud”.
En lo que a España se refiere, Jorge Fernández identifica a las empresas energéticas como las punteras en este proceso de agilidad y flexibilidad, pero no son las únicas. En su opinión, “la fabricación, lo que se ha llamado ‘industria 4.0’, también se ha posicionado en este campo, impulsada por la necesidad de un mayor análisis predictivo”. Completan la lista de sectores a la vanguardia en nuestro país las telco, que cruzan datos de sus usuarios con, incluso, los procedentes de sus torres y sensores; o la banca, con un énfasis que va más allá de las apps, volcadas con el tramo de personalización del servicio al cliente en la propia sucursal aprovechando las bondades del IoT (Internet of Things).
En cualquier caso, lo que es evidente es que se trata de una corriente imparable hacia una mayor agilidad y flexibilidad.