Las herramientas de monitorización han evolucionado en paralelo a las grandes etapas tecnológicas en el mundo empresarial. Actualmente ya no pueden limitarse a monitorizar y optimizar de forma continua, también deben dar soporte a una toma de decisiones basada en el conocimiento real, completo y detallado del comportamiento dinámico del software.
En el ámbito de la informática empresarial se distinguen tres grandes etapas tecnológicas: el mundo mainframe-IBM, el de Java-Oracle y el actual, en el que los modelos cloud son protagonistas.
La primera etapa es reconocida por su estabilidad y seguridad. De hecho, a pesar de los numerosos vaticinios sobre su extinción, no solo sobrevive, sino que crece y sigue siendo vital para muchas empresas. De ese primer estadio procede una herencia importante, especialmente en organizaciones tan punteras en aquel momento como, por ejemplo, las del sector financiero o las aerolíneas. Para las empresas en vanguardia tecnológica, el mainframe —primero los IBM 360 y luego los Z— era el camino. Estas organizaciones arrastran una herencia que están obligadas a optimizar para que continúe siendo garantía de buen servicio y cumplimiento.
BOA permite saber lo que está pasando y, al mismo tiempo, asegurar la mejora continua y los mejores niveles de rendimiento
En los años 90, segunda etapa, entran en escena los sistemas distribuidos. El mainframe empezó a convivir con otros entornos y surgieron las bases de datos relacionales, como Oracle, y el lenguaje Java. La inversión de las empresas en estos entornos distribuidos fue desigual: si bien la práctica totalidad transformó el front para que fuera más amigable, en el back los escenarios fueron variados. Algunas optaron por desarrollar todas sus nuevas aplicaciones en el mundo distribuido y otras conservaron el mainframe como pieza nuclear.
La razón de la apuesta dispar por el mundo distribuido, cuyo sentido y acierto todavía están por determinar, fue principalmente económica, pero no solo. El mainframe resultaba más goloso desde el punto de vista de los costes. Por su parte, los sistemas distribuidos prometían un impacto positivo en la cuenta de resultados, además de ofrecer una alternativa.
En el mundo cloud, a priori, se desarrolla más rápido y, supuestamente, con menor coste
Y llegamos a la tercera fase: la nube y los microservicios. En cuanto al modelo financiero, la nube permite al CFO transformar un gasto fijo en uno variable, e indudablemente también implica un cambio de las estructuras tecnológicas. Las empresas quieren estar en la nube porque persiguen incrementar la automatización y ser más rápidas, y en el mundo cloud, a priori, se desarrolla más rápido y, supuestamente, con menor coste.
Los nuevos desafíos
El modelo cloud promete más automatización, agilidad, flexibilidad, escalabilidad y menor coste. Es difícil resistirse a su llamada, pero el avance no está exento de dificultades. Desde el punto de vista de la monitorización, la optimización y la toma de decisiones enfocadas a mejorar el rendimiento, en la nube aparecen problemas que antes estaban resueltos o no existían. Mientras que en el mundo mainframe —y hasta cierto punto en el distribuido— se monitorizaba de extremo a extremo, se controlaban perfectamente los tiempos y era posible predecir, la situación es muy diferente en la nube.
El fervor tecnológico o las decisiones arbitrarias pueden transformar esa libertad de elección en un dardo envenado
Bajo el modelo cloud es posible elegir y por ello es un viaje que exige tomar decisiones y en el que, además, es complicado saber a ciencia cierta qué está pasando. La dispersión es tremenda debido a que hay servicios que controlas y otros muchos que son de terceros. En pocas palabras: la nube puede convertirse en una caja negra.
La situación puede complicarse aún más debido, por un lado, a las limitaciones que fija la legislación, y, por otro, al nivel de cultura de excelencia tecnológica. El fervor tecnológico o las decisiones arbitrarias pueden transformar la supuesta libertad de elección de la nube en un dardo envenado.
En el modelo cloud, como consecuencia de la libertad en la elección de “piezas”, la complejidad de los sistemas aumenta y la imprevisibilidad caracteriza las implementaciones reales. Al mismo tiempo, las estructuras organizativas crecen y se dispersan los equipos de desarrollo, que utilizan metodologías independientes.
Cloud y competitividad
En suma, la gestión y el control de los procesos de desarrollo resultan inviables y, como consecuencia, su resultado se mide a partir de los fallos o las caídas del servicio, función a la que se orientan las herramientas AIOps actuales. Pero hay cuatro factores adicionales que impactan directamente en la competitividad.
La gestión y el control de los procesos de desarrollo resultan inviables y su resultado se mide a partir de los fallos
El primero son los costes de las infraestructuras, tanto en entornos zOS como, y especialmente, en el mundo cloud, donde en muchos casos las arquitecturas escalan mal en costes, algo que sucede en instalaciones de nube privada y en la cloud pública, donde algunos problemas son diferentes. El segundo es la experiencia del usuario, tanto desde el punto de vista del tiempo de respuesta y las tasas de fallo como desde la perspectiva de percepción del servicio. Nuevamente aquí la situación es más compleja en los entornos cloud, en los que la carga de las páginas ya no es secuencial.
El tercer factor clave es el cumplimiento de los acuerdos de nivel de servicio. Y finalmente, el cuarto, la eficiencia del ciclo de desarrollo, entendido como la medición objetiva del comportamiento dinámico del software en lo que a proveedor, grupo/aplicación y programador se refiere.
Central de rendimiento independiente
En este contexto, ninguna de las soluciones APM, AIOps, DevOps o de observabilidad actuales es capaz de responder de forma unificada a las necesidades inherentes a un proceso de monitorización, control y mejora continua de los cuatro aspectos antes mencionados. Y es aquí donde radica el éxito de la plataforma BOA (Boost & Optimize Applications), la única donde la monitorización —proactiva y no reactiva— y la optimización se desarrollan sin salir de ella.
BOA opera como central del rendimiento independiente y está enfocada a la mejora continua del código software
BOA es, además, inmune a la evolución tecnológica descrita. Con independencia del tipo de infraestructuras, de la arquitectura, del sabor de las aplicaciones o del modelo de consumo de servicios TI, BOA opera como central del rendimiento independiente y está enfocada a la mejora continua del código software y del uso óptimo de las infraestructuras. Para ello, proporciona la visión y la capacidad para actuar sobre los principales KPI del rendimiento.
Monitorizar
BOA permite llevar a la práctica un estándar de monitorización proactiva e inteligente que se basa en ocho fases: ingesta de datos procedentes de múltiples fuentes, tratamiento y transformación, consolidación, definición de KPI, establecimiento de procedimientos para la resolución automatizada de incidencias, soporte a todos estos procesos y medición continua de los resultados. Un círculo virtuoso en retroalimentación constante que, gracias a la incorporación continua de nuevos algoritmos de inteligencia artificial, se desarrolla de forma cada vez más automatizada.
Con BOA es posible saber lo que está pasando y, al mismo tiempo, asegurar la mejora continua y la toma de decisiones informadas para asegurar los mejores niveles de rendimiento, que es también el objetivo de la metodología DevPerOps. Esta introduce el concepto de rendimiento dentro del ciclo DevOps, extiende su cultura por la organización y sus proveedores, y dota de una visión de negocio al desarrollo y a las operaciones TI.