
La nube tiene el potencial de hacer contribuciones significativas a la transformación digital en tres ejes clave: la excelencia operacional, la experiencia del usuario y la reinvención de los negocios, con impactos relevantes tanto en la reducción de costes como en la creación de valor.
Los modelos económicos, de negocio y sociales que han estado en vigor durante las últimas décadas están cambiando. Al igual que el taylorismo, la automatización y las economías de escala marcaron la economía y los negocios en el siglo pasado, la transformación digital está llamada a ser el proceso mediante el que se pueden adaptar y consolidar los negocios al nuevo entorno del siglo XXI. Una de las palancas de este proceso es, sin duda, la adopción de modelos cloud como catalizador y facilitador de los nuevos usos y hábitos digitales.
En muy pocos años la pregunta respecto al modelo cloud ha cambiado de forma radical. Del “¿Sí o no a la nube?” hemos pasado al “¿Cuándo?” “¿Cómo?” y “¿Con quién?” Los últimos informes hablan de que el 68% de las organizaciones tienen o están pensando en cloud como un eje básico de su estrategia. En el extremo de esa adopción tenemos a las startups o pequeñas empresas, que ven en los servicios cloud una manera de acceder a las capacidades de las que disfrutan las grandes organizaciones para conseguir la flexibilidad, escalabilidad y la velocidad que precisan sus negocios.
Estamos en un momento de evolución y transformación total del modelo cloud. Hemos pasado de modelos virtualizados (como primera fase de adopción) a estar trabajando en modelos híbridos donde la combinación de cloud pública y privada empieza a ser un estándar y un modelo de gestión. La cloud híbrida permite administrar de manera centralizada y homogénea ambos entornos, y proporciona capacidad adicional para desborde, balanceo de carga, soluciones de contingencia, etc. Y todo ello con una gestión segura y flexible.
Aquí es donde está el gran reto, además de, obviamente, en el grado de madurez de las compañías. El futuro pasa por ser capaces de “orquestar” e integrar estos modelos de una forma natural y sencilla. Esta es la clave: ser capaces de combinar servicios, tecnología, procedimientos, unificar la facturación, mover cargas de trabajo independientemente del proveedor o del tipo de cloud. Parece algo sencillo, pero llegar a alcanzar este modelo implica un grado de madurez importante de las empresas que la adoptan.
El futuro pasa por ser capaces de integrar estos modelos de forma sencilla
Dos velocidades
En las grandes organizaciones, la adopción de la nube aporta muchas de las capacidades que la transformación digital requiere, pero necesitan, en la mayor parte de los casos, convivir con lo que ya existe. Es lo que se ha llamado la “tecnología de dos velocidades”: una basada en los sistemas legacy y los procesos tradicionales, y otra más nativa y flexible para dar respuesta a las nuevas necesidades de negocio sin tocar los procesos críticos.
Para muchas organizaciones ni siquiera serán suficientes dos velocidades y precisarán un modelo ampliado. La nube híbrida —que combina la privada, la pública y las infraestructuras on-premise— encaja perfectamente en estas necesidades.
El gran desafío para una empresa en su viaje por la transformación digital, a través de la nube, es la coherencia global del enfoque. Lo que significa que, en este mercado, el consumo y la integración de servicios a través de la nube (en todos sus sabores IaaS, PaaS y SaaS) tienen que estar equilibradas.
En el mercado todos quieren posicionarse en este mercado de brokerage de servicios y la mayor parte de los principales players mueven ficha. Atos, a través de su marca Canopy, se posiciona como un proveedor de cloud híbrida, EMC compra Virtustream, Accenture potencia su negocio cloud con la compra de Sherpas y, hace unos días, IBM adquiere Gravitant. Todos mueven ficha para no quedarse fuera en esta carrera.
Seguridad y directivas
Otro aspecto que hay que resaltar, y que en cierta medida puede cambiar las reglas de juego, es que hace unas semanas apareciera la noticia de que el “puerto seguro” (safe harbor) ya no era tan seguro. De repente, vuelve a escena el fantasma de la seguridad y la privacidad en el tratamiento de datos privados.
Europa y Estados Unidos operan de formas muy distintas en el marco de la protección de los datos personales y la privacidad. En Europa nos regimos por normas proteccionistas y formalistas, mientras que en Estados Unidos son más partidarios de la autorregulación, obviamente, bajo unos principios y un control a posteriori. Sucede, pues, que ambos sistemas chocan muy frecuentemente y con graves consecuencias para ciudadanos y empresas de ambos lados del charco.
La Directiva Europea de Protección de Datos, en su art. 25, dispone que las transferencias de datos personales a un tercer país solo pueden efectuarse cuando estas garanticen un nivel de protección adecuado. Con el sistema de “puerto seguro” invalidado no es que ya no puedan transferirse datos de carácter personal a empresas o servidores radicados en Estados Unidos, sino que habrá que acudir al resto de opciones que posibilitan tales transferencias, bien porque se pueda aplicar una de las excepciones contempladas, bien porque se reúnan los requisitos necesarios para poder obtener la autorización de la autoridad nacional competente.
Para mitigar este efecto, resultan muy útiles una serie de cláusulas contractuales tipo que ha aprobado la Comisión Europea para distintos supuestos, así como, en el caso de transferencias realizadas entre empresas del mismo grupo, disponer al efecto de unas reglas corporativas vinculantes o binding corporate rules (BCR). Son pocas las empresas que se han anticipado, aunque las que lo han hecho se verán reforzadas a corto plazo. En este enlace aparecen todos los detalles acerca qué son y cómo se aplican.
Pero más allá de modelos y estrategias, la combinación de un proveedor de servicios en la nube y la experiencia de un proveedor integrador de sistemas y servicios gestionados pone sobre la mesa las claves para hacer un viaje a la nube con garantías de éxito. El futuro, ya presente, se basa en la capacidad de gestión de un modelo híbrido que permita orquestar y gestionar las infraestructuras, plataformas y aplicaciones de negocio independientemente del tipo de cloud (privada, pública, etc.) donde se orquesten los servicios en cualquiera de las modalidades que propongan los clientes.
Juegos cloud
En este marco me gustaría destacar un proyecto global, conocido por todos por su repercusión mediática, en el que la transformación digital forma parte de su adn y donde una aproximación como la que estamos comentando es la palanca del cambio.
Los Juegos Olímpicos son uno de los proyectos más emblemáticos de Atos. La adopción de la nube en este evento elimina la necesidad de tener que reconstruir una infraestructura completa para cada edición, algo que resulta siempre costoso y lleva mucho tiempo. Además, ayuda al equipo de TI a reaccionar más rápido, a prever nuevas necesidades, anticiparse a posibles riesgos y, lo que puede resultar más importante, ofrece flexibilidad.
Río 2016 supone todo un hito y será un ejemplo de esta transformación, que se consolidará en los Juegos de Pyeongchang de 2018. Todo un reto hecho realidad que veremos desde la nube en unos meses.