En el mundo cloud trabajamos en cambiar la pauta clásica del uso de la aplicación empresarial (pasar a consumir servicios y procesos), en dejar de lado los proyectos de desarrollo para agregar sistemas y, finalmente, en olvidar el gasto en infraestructura para proveerse de la capacidad que se necesite cuando y donde se quiera. Y todo ello, siempre, desde un punto de vista de negocio.

La decadencia de los grandes Imperios y el levantamiento de otros nuevos siempre ha venido dada por avances tecnológicos extraordinarios. En el siglo XV, el perfeccionamiento en la obtención de vidrio supuso la posibilidad de construir lentes muchísimo mejores, lo que permitió observar el firmamento con una profundidad nunca vista. El mejor conocimiento de las estrellas trajo consigo una mejora en los sistemas de navegación marítima y, por primera vez, se comprobó la redondez de la Tierra. Ya sabemos qué pasó poco tiempo después. Concretamente el 12 de octubre de 1492.

En situaciones semejantes, avances tecnológicos implicaron también la desaparición de ventajas competitivas de unas civilizaciones frente a otras. Progresos en la medicina permitieron a culturas militarmente mucho más débiles que otras someter a grandes ejércitos de bastos guerreros invasores.

Lo mismo está pasando en el entorno tecnológico. Lo que hasta hace poco tiempo era una ventaja competitiva, hoy ha dejado de serlo. Gastar más dinero en infraestructuras ya no es un factor diferencial. Ya no obtiene más beneficios aquella empresa que destina una partida presupuestaria mayor que su competencia en pura infraestructura. El valor diferencial se centra en el negocio. En vender el producto o servicio que encaja en ese preciso momento con las necesidades y particularidades del cliente, y no en disponer de una infraestructura intergaláctica in house que, al fin y al cabo, debemos amortizar. La idiosincrasia que todos conocemos del cloud computing ha acallado este segundo factor.
Las estrategias digitales corporativas de las empresas están cambiando. Las organizaciones deben evaluar sus procesos de negocio y activar las tecnologías correspondientes con el objetivo de transformarse ante los retos tecnológicos que presentan las SMAC. Cualquier cambio implica alteración y para ello es siempre recomendable apoyarse en alguien experto que, de verdad, sepa de la materia.

El papel del integrador de soluciones ha pasado a ser el de socio de confianza. Una persona más del equipo. Ya damos por supuesto que conocemos la tecnología mejor que nadie y lo que hacemos es alimentarnos de nuestra experiencia multisectorial y del conocimiento de negocio de nuestros socios para aportar valor diferencial. La clave está en aplicar un modelo distinto según la fase de madurez en la que estemos conjuntamente.

Gastar más dinero en infraestructuras ya no es un factor diferencial

Retroalimentación y autofinanciación

Por poner un ejemplo, podemos plantear un escenario donde una organización española, pionera en su sector y que lleva 150 años siendo referencia absoluta en la venta de una tipología de producto y servicio único, está siendo machacada por una de las empresas tecnológicas más grandes del mundo. Un gigante norteamericano que no cuenta con el conocimiento ni la experiencia de nuestro socio pero que, principalmente, apoya su éxito en su potencial tecnológico y en la sencillez del servicio que ofrece a sus consumidores.
Queda claro que tratándose de una empresa dedicada a la tecnología, con más de 10.000 millones de dólares de beneficio neto en el último año e instalada año tras año en las primeras posiciones de la lista Fortune 500, entrar a competir en su terreno sería un sinsentido. Lo curioso es que el antídoto a tal saqueo de clientes está siendo, justamente, utilizar su misma medicina: la tecnología.

El proceso que estamos liderando como partners de esta empresa propone un cambio en su nueva manera de trabajar. Desde hace tiempo, hemos arrancado diferentes proyectos de diversa naturaleza y con distintos equipos en los que presentamos servicios en la nube que nos permiten equipararnos tecnológicamente a nuestro rival. Además, estos cambios se han acompañado de una recomposición de procesos de negocio, aportando una visión tecnológica y de negocio renovada para conseguir cerrar un modelo que se retroalimenta y autofinancia según el consumo de los clientes.

De nuevo, el consumidor ha encontrado un valor en el servicio, paga por él y financia el modelo. La organización ha cambiado la mentalidad y ahora trabaja ofreciendo sus productos y servicios sobre un modelo de platform as a service y software as a service que nace, curiosamente, de la misma esencia del cloud computing.

A una empresa energética le da igual el cloud. Su preocupación es generar energía

Modelo de compleja sencillez

Mejorar la tasa de retorno energético (cuánta energía se obtiene en relación a lo que cuesta generarla) de, por ejemplo, un parque eólico es una de las preocupaciones cotidianas de nuestros socios energéticos. El coste de diseñar y probar un conjunto de aerogeneradores según una infinidad de variables cuantitativas, cualitativas y aleatorias que le afectan es altísimo. ¿Podemos imaginar una situación en la que una empresa energética tenga el suficiente poderío como para ir creando infinitos aerogeneradores con microvariaciones entre uno y otro? ¿Se llegaría a topar algún día con el rey de los aerogeneradores? Supongamos que sí.

Ahora tocaría instalarlo. ¿Cuántos instalaríamos? ¿Y dónde? Nuevamente, imaginemos que tenemos el número y el terreno óptimo. Excelente, no existe opción mejor que esa. Momento ahora de ir instalando y desinstalando las torres por el terreno hasta encontrar el punto óptimo. Pero si, por ejemplo, por cuestiones que ignoramos, las condiciones cambiasen, ¿repetiríamos el proceso? ¿Qué diría el consejo de administración?

La tecnología cloud se pone literalmente en manos de las unidades de I+D+i y de negocio. Las capacidades de alta computación en la nube nos sirven para modelar situaciones hasta un nivel nunca visto. Modelado dimensional, dinámica de fluidos, mecánica de sólidos, termodinámica o flujos geofísicos son algunas de las muchas líneas de trabajo que aplican simulaciones e iteraciones computaciones de modo paralelo que antes no podíamos ni imaginar.

Se acabó lo de levantar nuestros nodos de procesamiento para ejecutar funciones cuando los sistemas no están siendo utilizados, esperar varios días para obtener un cálculo y, concepto nada baladí, rezar para que nada falle. Hemos llegado a un punto que no trabajamos en entornos tecnológicos de altísimo rendimiento, sino que, además, lo hacemos sin que fallen los sistemas.

Una de las cosas que más escuchamos de nuestros clientes del sector energético es que el principal trigger en la reducción del consumo energético está en los hábitos y en la mentalidad del consumidor. Ahora, también, sus prácticas profesionales están cambiando. Cuando creen oportuno, desconectan máquinas ellos mismos con un solo clic y se van a dormir.

A una empresa energética le da exactamente igual el cloud. Paradójicamente, su única preocupación es hacer todo lo posible para generar energía con el menor consumo posible.