No vamos a incidir mucho más en un hecho que se está repitiendo hasta la saciedad: la llegada apresurada del teletrabajo como consecuencia de la pandemia y el escenario corporativo —y de relaciones— que esta transformación nos ha dejado. Términos como digital, online o virtual han entrado con fuerza en nuestro día a día, tanto en lo personal como en lo profesional. Por un lado, las empresas han tenido que adaptar sus procesos e incorporar la tecnología necesaria para dar respuesta a este escenario y volumen de demanda, pero las personas también hemos tenido que cambiar el paso, modificando nuestros hábitos para tratar de mantener la línea de actividad “pre-COVID”, incluso, en algunos casos, mejorado la productividad.
Híbrido e inteligente
En una conferencia organizada recientemente por el Círculo de Empresarios de Galicia, Luca Carlucci, CEO de BizAway, encontró algunos puntos positivos a la drástica reducción de los viajes empresariales que se vivió durante el año 2019. En su opinión, el smart working y la descentralización de los equipos de trabajo constituyen una nueva oportunidad para el sector. Las empresas están experimentando importantes cambios en la cultura y el modelo organizativo, y ya es habitual que cuenten con equipos de trabajo distribuidos en diferentes zonas geográficas. Esto, en su opinión, redundará en la necesidad de que estos equipos se reúnan presencialmente de forma periódica para establecer estrategias y sinergias conjuntas. De ahí el estímulo a la recuperación de este sector.
Parece que ese contexto híbrido es la base de partida de lo que está por llegar. Otro dato: según Randstad el número de personas ocupadas que teletrabajan en España se ha reducido en más de 36% durante el último trimestre de 2020. Aun así, en el año 2020 se duplicó el número de profesionales que teletrabajaron con respecto al año anterior, llegando hasta el 9,9% de la población ocupada.
El siguiente paso es lo que denominamos smart working, que busca aprovechar todo lo que propone la tecnología para poder obtener los mejores resultados posibles de este entorno híbrido. En este contexto hablamos de dispositivos, de seguridad, de herramientas de colaboración, pero también de ser capaces de valorar la aportación de las personas más allá de las horas que pasan delante del monitor.
Como decía Lluis Altés en uno de sus artículos (Las bases de una cultura remote-first), este nuevo escenario va a obligar a todos —empresas y personas— a interiorizar conceptos como la comunicación asincrónica y transparente; la creación de espacios (virtuales o presenciales) que fomenten los vínculos y las interacciones personales; y, sobre todo, a potenciar la autonomía y la confianza, que debe recibir como respuesta la responsabilidad y el compromiso por parte de los trabajadores.