Mucho se ha escrito —y hablado— sobre big data y, en la mayoría de los casos, de un modo un tanto grandilocuente. Normalmente utilizamos este término para referirnos al “futuro” que ya se ha hecho presente, y lo acompañamos de grandes cifras que ponen de manifiesto el aumento exponencial de la información en Internet o redes sociales, o el volumen de datos que manejan empresas como Google o Facebook y lo que hacen —o podrían hacer— con ellos.
Y la idea es que todo esto lo traslademos a nuestro contexto, al de las empresas, digamos, con un corte “tradicional”, al de las entidades que tienen más de 10 años, que llevan ya un tiempo en el mercado y que cuentan con una infraestructura heredada acorde con los modelos y las necesidades a las que se han ido enfrentando durante el camino.
Efectivamente, no hay que perder de vista las posibilidades que ofrece big data. Están ahí y en este nuevo paso evolutivo se han visto multiplicadas teniendo en cuenta tendencias conocidas por todos como la movilidad, el “todo” conectado a Internet, cloud, las redes sociales… Hablamos de conjugar la información que procede del entorno relacional con la disponible desde otras fuentes (internas o externas) para conseguir un único repositorio de información que nos permita tomar decisiones, optimizar procesos, mejorar la propuesta al cliente en función de sus preferencias…
Hay que plantear una transformación ordenada capaz de aprovechar las inversiones realizadas de una forma inteligente
Pero esos datos, por sí solos, no sirven para nada. Es necesario tener una perspectiva de lo que nos ofrecen, asegurarnos de su valor y, sobre todo, hacernos preguntas, tener claro qué es lo que queremos averiguar y para qué, con el objetivo de montar la infraestructura adecuada. Pero, además, en el contexto actual necesitamos disponer de esa información en tiempo real y contar con la suficiente flexibilidad como para ir modificando las búsquedas o agregar nuevos datos hasta conseguir la perspectiva que nos aporta valor en cada momento y en base a diferentes perfiles como puede ser marketing, financiero, logística, dirección general o TI.
Y todo eso tiene que seguir “conviviendo” con nuestra infraestructura. No podemos romper con todo y empezar de cero. Hay que plantear una transformación ordenada que sea capaz de aprovechar todas las inversiones ya realizadas de una forma inteligente; y, sobre todo, tratar de hacer visibles los beneficios que propone big data lo antes posible, en pequeños proyectos, en determinadas áreas funcionales. Paso a paso, no como un todo. No busquemos un big bang que nos transforme en un Google o un Facebook de la noche a la mañana.
Este es el mensaje que tratamos de trasladarte desde nuestra sección de “A Fondo”, a través de artículos y experiencias reales en las que se describen aplicaciones reales de big data en determinadas áreas o sectores. Y todo ello sobre la base de un entorno conocido: el nuestro.