Todo se está acelerando. Las tecnologías que han ido macerando y fermentando en las dos últimas décadas han llevado a que tanto empresas como particulares tengan más opciones que ofertar y demandar. Esto ha generado un entorno trepidante, en el que todo cambia constantemente y que nos obliga a trabajar como un enjambre que se reorganiza en función de la confluencia entre el volátil entorno y la estrategia.
En este contexto habría dos modelos de toma de decisiones: consensuar cada paso para garantizar la compatibilidad o tirar p’alante y rezar para que todo cuadre.
Cordero o kamikaze
¿Es mejor ser obediente —un corderito—, y esperar órdenes explícitas y respuestas de go or don’t go ante cada duda, o bien ser un espíritu libre, un kamikaze, y hacer los que nos dé la gana? Una vez descartada la segunda opción, en términos generales, el problema es que el corderito no solo es inoperativo en términos de aportación de valor, sino que reduce la operatividad de su “superior”, ya que requiere que se le supervise constantemente, tanto a él como al resto del equipo. Así, cuanto más rápidamente suceda todo, más crecerá la sensación de estar haciendo girar platos chinos inconexos.
La base de una sociedad ágil la forman personas que han desarrollado criterio y espíritu crítico para cuestionarlo todo
Sin embargo, entre ambos extremos —corderos o kamikazes— se encuentra algo que no está al alcance de todos nosotros ni de todas las organizaciones: la desobediencia inteligente.
Básicamente, es la capacidad de ser un verso libre en un poema, pero sin dejar de ser parte esencial del mismo y sin romper su rima, su ritmo, su esencia o su trama. Se trata de ser autónomo en las decisiones y en el cómo contribuir al qué, interpretando las necesidades del proyecto por encima de sus meros enunciados.
Este concepto viene del mundo de los perros guía que utilizan las personas invidentes: están adiestrados para proteger la vida de sus amos, aunque para ello tengan que desobedecer una instrucción directa que pueda poder en peligro a la persona. Una organización multiplica su capacidad de transformación cuando se permite, y se practica, la desobediencia inteligente, algo muy ligado al pensamiento crítico.
Desobediencia inteligente: las trampas
No se trata de fomentar la anarquía: se puede desobedecer de forma inteligente a través de la comunicación y el diálogo. Sin embargo, es peligroso malinterpretar los conceptos que estas dos palabras encierran. Sus dos principales trampas son las siguientes:
- Inteligente implica pensamiento crítico, comprensión profunda del objetivo, de las variables clave de la estrategia y, sobre todo, de tu papel en el enjambre. No está al alcance de todos.
- Desobediencia no es a la organización, a su estrategia o a su objetivo. Se debe centrar en el cómo ayudar. Hablamos de desobedecer las decisiones u órdenes literales que son meros instrumentos para conseguir ese fin superior “indiscutible”.
Hacer una lectura sana de la desobediencia es muy importante porque las normas están cambiando constantemente. El ahora pasa, y lo que prevalece es la necesidad de alcanzar los objetivos. Además, la norma, la ley, la regla siempre van por detrás de la realidad, pero las organizaciones tienen que ir por delante. Anticiparse es rentable ahora. Para ello, no solo tiene que cambiar lo que hacemos, sino también lo que no hacemos.
La desobediencia inteligente es la capacidad de ser un verso libre en un poema, pero sin dejar de ser parte esencial
La base de una sociedad ágil la forman personas que han desarrollado criterio y espíritu crítico para cuestionarlo todo; estos, combinados con el conocimiento de los objetivos colectivos, permiten que el individuo tome decisiones de forma coherente.
No es posible construir una organización, o una sociedad, a partir de elementos desobedientes que carezcan de la capacidad y la perspectiva para tomar decisiones que favorezcan a la par el bien común y el individual (nadie hace nada si no cree que sea su mejor opción). Es tan solo cuestión de preparar a las personas para que tengan criterio a la hora de elegir de forma autónoma las mejores opciones.
En un contexto tan trepidante, la clave es una desobediencia inteligente que persiga un fin común, que entienda las variables que llevan a él, las líneas rojas y lo que es bueno y malo para la organización en cada momento, otorgando una flexibilidad en tiempo real para situar un foco común y absoluto en el objetivo.