Fantasmas digitales. Una vez muertos, nuestro rastro digital permanecerá años en la Web, quizás para siempre. ¿Se trata quizá de un paso más para alcanzar nuestro sueño de inmortalidad? Todos dejamos un reguero digital indeleble. Incluso lo que eliminamos de cámaras, ordenadores y teléfonos se puede recuperar desde los servidores en la nube, donde nada útil se borra.

Nuestra historia digital ya cuenta de nosotros más que lo que sabemos nosotros mismos. Es clásico el estudio de las Universidades de Stanford y Cambridge, y su resultado: el número de likes en Facebook que necesita la inteligencia artificial (IA) para conocernos como lo haría un compañero de trabajo, a partir de lo que compartimos gratuitamente, es de diez; para conocernos tanto como lo haría un amigo la cifra sube a 70; 150 para saber de nosotros tanto como un familiar directo; y con unos 300 le basta para conocernos como lo haría nuestra pareja.

Nuestra historia digital ya cuenta de nosotros más que lo que sabemos nosotros mismos

Por mi parte, en el primer trimestre del año ya he contabilizado un millar de likes; y si añadimos Twitter, LinkedIn, YouTube, Instagram, nuestras aplicaciones de compra por Internet, etc., no puedo imaginar qué saben ya.

Programas de conciencia

Empleando algoritmos de IA sobre big data se extrae una información valiosísima sobre los gustos y personalidad del analizado. Con todos estos datos, más los biográficos y los obtenidos de entrevistas reales, se están creando “programas de conciencia”. Quizá sea un poco pretenciosa la expresión, pero lo que se busca es la independencia en la generación de respuestas ante preguntas nuevas, todo ello basado en el histórico obtenido de cada uno de nosotros.

¿Seremos la última generación que podrá distinguir qué es real o imaginario, verdad o mentira?

Los primeros chatbots, algo rudimentarios, trataban simplemente de ofrecer respuestas pregrabadas a preguntas simples. Un ejemplo de ellos era Storyfile, que permitía mantener conversaciones con personas a partir de respuestas almacenadas. Aunque la empresa ya cerró, las réplicas siguen en la red.

Una de las personas que aparecen es el actor William Shatner, el capitán Kirk de Star Trek, que contaba lo siguiente: “Le pregunté si pilotaría de nuevo la nave estelar Enterprise. Me dijo que creía que no… Le hice más preguntas y a alguna contestó diciendo que no sabe”. Aunque el actor se pasó muchas horas grabando vídeos, no pudieron preverlo ni preguntarle todo. De hecho, si hoy se le repite la misma pregunta, el programa responde lo mismo, cosa que un humano no haría, o al menos no empleando las mismas palabras.

Fantasmas digitales

El siguiente paso sobre el que se trabaja es disponer de un alter ego, avatar o fantasma digital, que tenga la capacidad de hablar, interactuar y contestar con respuestas diferentes a nuevas preguntas, basándose en lo anteriormente almacenado y en lo que se produce nuevo.

Los “programas de conciencia” buscan la independencia en la generación de respuestas ante preguntas nuevas

Hay personas que han perdido a un ser querido y no quieren olvidarlo. Hoy, los familiares y amigos de un difunto, apoyándose en empresas y usando redes neuronales, pueden crear un clon de este, una imagen, un fantasma, un recuerdo, una sombra.

La denominación no está fijada aún, pero, se llame como se llame, el resultado es un ente digital con el que se puede dialogar, al que es posible sentir próximo y a quien incluso se le puede añadir a la lista de contactos. El ejemplo más conocido, existe desde 2016 y se puede bajar desde AppStore, es el de Roman Mazurenko, fallecido en 2015. Desarrollado por Luka Inc., en su versión 4.01 es un avatar digital que trata de reproducir cómo era Roman realmente, incluido su sentido del humor, para que no se le olvide.

Copiar hasta las imperfecciones

Por hacer una analogía con los libros, ¿estamos ante los primeros facsímiles digitales de seres humanos, copias exactas de los originales hasta en sus imperfecciones y errores?

Usando algoritmos como GPT-3, un nuevo modelo de deep learning, es posible generar lenguaje escrito. Solo hemos de comenzar a escribir un texto y el propio sistema se encarga de producir el resto de la forma más coherente. Existen muchos más algoritmos encaminados a esto, como GPT-2 (OpenAI), BERT y T-5 (Google), CTRL (Salesforce) o RoBERTa (Facebook).

El servicio Google Duplex de Google Assistant ya trabaja en su solución y avisa que no ha nacido para reemplazar a los humanos, sino para realizar una serie de tareas específicas, como, por ejemplo, buscar un restaurante y reservar mesa en él. Para ello emplea una red neuronal capaz de procesar secuencialmente la información en su contexto y, junto a machine learning, reconoce lo que su interlocutor le dice… y continúa aprendiendo.

Hay empresas que, a partir de unos minutos de vídeo hablado, son capaces de crear avatares muy realistas

Por otro lado encontramos empresas que, a partir de tan solo unos minutos de vídeo hablado, son capaces de crear avatares muy realistas. Una vez creado, puedes grabar un audio para que el avatar repita tus palabras en el idioma que sea, con tu apariencia u otra. Si esto ya se puede hacer de forma casera con tanta calidad que resultan necesarias herramientas específicas para detectar si es falso o no, imaginemos lo que podrían hacer un Estado o una empresa con recursos.

La ética

¿Seremos la última generación que podrá distinguir lo real de lo imaginario, la verdad de la mentira? Esto abre infinitas posibilidades educativas y de infoentretenimiento, como que Elon Musk te enseñe personalmente las instalaciones de SpaceX o el mismísimo Einstein te explique la teoría de la relatividad. Pero también crea inmensos peligros, como el de poner en boca de alguien algo que nunca dijo. El uso torticero y la desinformación están servidos.

¿Es ético utilizar avatares o fantasmas digitales sin anunciarlo? ¿Deberían avisarnos de con quién interactuamos? La ética vuelve a ser punto clave: si bien todo es posible técnicamente, no todo debe estar permitido.

Algunas empresas de servicios funerarios ya ofrecen la modalidad de “cuenta conmemorativa”, que funciona a través de la programación anticipada de tu cuenta de Facebook para que, cuando mueras, esta se convierta en monumento en homenaje a tu vida y muestre los momentos que elijas.

Por último, si quieres desaparecer de la Web con idea de no perdurar, hay empresas que se especializan en borrar los rastros digitales y garantizan, o eso dicen, el derecho al olvido, y para probarlo muestran casos de éxito. Pero, cuidado: que no te encuentres en la red no significa que no estés.

Para los ingleses no existe mansión que se precie donde no haya un fantasma, ¿se popularizará tener uno digital como marca de estatus social en vida o como forma de recuerdo tras la muerte?

Tiempo al tiempo.