El rol de la universidad como transmisor de conocimiento, tal y como se conocía hasta ahora, cada vez tiene menos sentido en una sociedad hiperconectada como la nuestra, en la que la información es accesible en cualquier momento y desde cualquier lugar.

El formato de clase magistral en la clásica aula, en la que un profesor transmitía con tiza y pizarra sus vastos conocimientos sobre una materia delante de una audiencia de decenas de alumnos que toman notas diligentemente y en silencio está dando paso, cada vez más, a formatos que favorecen la ideación, la cocreación, la innovación y el emprendimiento.

No se trata ya solo de salir de la universidad con un título bajo el brazo, sino también con una empresa que tenga todas las posibilidades de competir en el mercado.

El formato de clase magistral en la clásica aula está dando paso a formatos que favorecen la ideación, la creación y la innovación

Las principales razones por las que una empresa fracasa en sus primeros tres años de vida son contar con un equipo fundador no equilibrado en competencias o desarrollar un producto sin interés para el mercado. Dentro de un centro universitario, y gracias a los mentores con los que cuenta el ecosistema, esos errores se van refinando para conseguir proyectos con un equipo involucrado, un producto analizado y un modelo de negocio testado que les permita rodar una vez comiencen a funcionar en solitario.

Las universidades públicas y privadas se convierten así en unas eficientes incubadoras de emprendedores. Si, en la década de los 90, la mayor parte de los universitarios solo pensaba en presentarse a una oposición o acceder a un buen empleo, los universitarios actuales están mucho más cerca de ser emprendedores que funcionarios o empleados por cuenta ajena. Y con ellos, los nuevos campus universitarios se adaptan al ritmo de cambio e innovación que demandan el mercado, los estudiantes y los emprendedores.

Profesores y mentores son ahora facilitadores y dinamizadores de los encuentros con los alumnos; y el campus y sus espacios, lugares para compartir, crear, innovar y emprender. No sirve solo aprenderse el temario de memoria, sino poder poderlo en práctica levantando un proyecto propio que acerque a los alumnos al entorno real con el que se encontrarán una vez salgan al mercado laboral, que cada vez demanda un mayor número de emprendedores.

Si combinamos este cambio —en la forma de expresar y compartir los conocimientos en el entorno universitario— con la velocidad con la que hoy se pueden trasladar las ideas al mercado en forma de empresas, es inevitable que se promuevan cada vez más programas dentro de la universidad destinados a acelerar ideas y proyectos.

Todavía hoy, contar con espacios como HUB Emprende en la Universidad Europea resulta nuevo, innovador y rompedor para muchas de las personas que nos visitan.

Llama la atención que la universidad dedique recursos a incubar proyectos en fase semilla y los acelere hasta situarlos muy cerca del mercado. Sin embargo, es una realidad que, más allá de formar integralmente a los alumnos que acuden a los campus de las universidades, la sociedad genera ahora oportunidades que demandan a las instituciones académicas una puesta en valor de todo conocimiento que repercuta en la generación de riqueza para la economía de nuestro país en forma de nuevos productos, nuevos servicios, nuevas redes de colaboración entre empresas y nuevos empleos.

Más allá de la obtención de un título que certifique unos conocimientos, e independientemente de la titulación o cursos que se estudien, participar de las actividades de los campus en algunas universidades, sobre todo en aquellas que vinculen su modelo académico al aprendizaje experiencial, a la innovación y al emprendimiento, va a suponer un factor clave en el desarrollo de la carrera profesional del estudiante desde el primer año en la universidad.