El mundo vive una revolución silenciosa destinada a transformar el modo en que las empresas, las instituciones y las personas interactúan. Se trata del surgimiento de la identidad digital, un seísmo cuyos efectos iremos notando de manera escalonada, pero con un potencial y una capacidad de sorpresa enormes.
Ya hemos visto cómo los documentos físicos que confirman nuestra identidad (por ejemplo, los pasaportes) se transforman en versiones digitales que se pueden escanear y cargar en una billetera digital o en otro repositorio.
Este es el primer paso en la transformación de la identidad digital, pero no será el último. Países de todo el mundo avanzan en el desarrollo de nuevas formas de demostrar quiénes somos. No es para menos. Los consumidores han abrazado las transacciones en línea y la experiencia omnicanal, y demandan un acceso más sencillo a documentos de identidad en diversos dispositivos y plataformas.
El surgimiento de la identidad digital es un seísmo cuyos efectos iremos notando de manera escalonada, pero con un potencial enorme
Contra esta simplificación y mejora de la experiencia actúan la falta de seguridad y el riesgo de fraude, cuyos niveles han puesto en alerta a gobiernos y empresas. Esta situación conduce hacia un escenario lleno de protocolos para amortiguar el daño que pueden causar los ciberdelincuentes.
El 55% de los consumidores afirma que la seguridad es el aspecto más importante de su experiencia en línea, según una encuesta de Experian. Sin embargo, esos mismos consumidores también abandonarían una transacción si tuvieran que esperar más de treinta segundos para que se completara. Para que la verificación de identidad funcione, las personas deben sentirse cómodas proporcionando cierta información personal a los proveedores.
Evolución de la identificación digital
Se estima que en 2030 habrá 7500 millones de personas en línea, comprando, vendiendo, conectando… La oportunidad para mejorar la experiencia digital está ante nosotros, así como la de hacerla más segura y fluida. Los tradicionales sistemas de contraseña han constituido hasta ahora el principal medio de autenticación, aunque han terminado revelándose vulnerables a la filtración de datos. La llegada de la verificación biométrica marcó un hito, pues proporciona un sistema centralizado para gestionar y verificar la identidad de las personas.
Cada vez encontramos más métodos tradicionales de verificación de identidad que dan el salto al espacio digital. Un ejemplo es el DNI 4.0, la futura digitalización del documento nacional de identidad, junto con el monedero digital que prepara la Unión Europea, donde se unificarán varios documentos administrativos y pagos.
Tomar el control
A medida que se crean estándares técnicos para sistemas de identidad digital seguros, surge una propuesta adicional: hacerlo dentro de un marco ético más amplio, centrado en el individuo. En este aspecto, la biometría será clave: el 58% de los consumidores cree que los métodos de autenticación biométrica son más rápidos y cómodos que sus alternativas, según un estudio de Mitek y PYMNTS.
Un sistema de identidad que gire en torno al individuo estaría centrado en el derecho que cada persona tiene de controlar su propia identidad y los datos relacionados con ella. Esto implicaría obtener el consentimiento individual antes de recopilar información personal identificable, y brindar total transparencia sobre cómo y dónde será utilizada, y por quién, todo ello sin olvidar la capacidad de eliminarla si así se solicita.
La oportunidad para mejorar la experiencia digital está ante nosotros, así como la de hacerla más segura y fluida
Como líderes tecnológicos, podemos y debemos facilitar el desarrollo de identidades que prioricen al individuo a través de un cambio de mentalidad: la identidad no es el documento, sino la persona que lo posee y sus derechos como tal. También identificando la información necesaria en cada caso: si solo se necesita conocer la edad de alguien, el resto de los datos son irrelevantes. La ética y la transparencia son esenciales para la generación de confianza.
El sector de la ciberseguridad tiene una oportunidad para influir en cómo funcionarán la identidad digital y si será accesible de manera segura para todos. Debemos fomentar su desarrollo, aunque centradas en el individuo, haciendo que los clientes confíen en que su información solo se utilizará con su consentimiento.
La colaboración entre gobiernos, empresas y consumidores será clave en la creación de un enfoque ético y centrado en las personas.