La agilidad es un gran reto y toda una oportunidad. Actualmente, las organizaciones se enfrentan a unos mercados muy complejos y a una serie de dificultades que llegan como consecuencia de los efectos (primarios, secundarios y terciarios) que la crisis del covid-19 ha producido.
Todos y cada uno de los negocios se han visto afectados. Muchas decisiones estratégicas que hace solo algunos años se tomaban en fases, ahora se desarrollan todas a la vez. Nuevos colaboradores, nuevas direcciones y un panorama empresarial agitado se suman a este gran momento de cambio. Así es como se percibe desde un punto de vista empresarial y de negocio, pero ¿qué significa todo esto desde un punto de vista de IT?
En 2021 contaremos con el conocimiento y la experiencia de un año que no entraba en nuestras previsiones
En casi todas las organizaciones, los sistemas de software se encuentran en alguna fase dentro del camino de modernización. El software perdura mucho tiempo, pero las necesidades de las empresas no permanecen inmóviles. Una vez que construimos un sistema, este es parte de nuestra organización. Lo normal sería que, cuando la dirección que deben tomar las empresas cambie, los sistemas nos ayuden, aunque, a menudo, lo que ocurre es que entorpecen el camino. Es tentador imaginar un mundo en el que nada de esto tenga importancia, donde seamos capaces de desarrollar un nuevo sistema bajo demanda que, sin más, reemplace a todos los anteriores.
Readaptar los sistemas
Esto puede parecer un sueño idealista o algo que nadie toma en consideración. Sin embargo, muchas organizaciones actúan como si el software necesario para sus nuevos procesos de negocio se pudiera planificar y desarrollar independientemente de lo ya existente. Esta visión es comprensible, dado que la reevaluación de los sistemas que tienen décadas de antigüedad conlleva mucho esfuerzo. A menudo, las organizaciones tienen un amplio historial de intentos de transformación fallidos; casos en los que se ha querido hacer algo nuevo, pero en los que no se ha podido alterar el sistema de software existente para hacerlo posible.
Cuando el cambio es difícil, impulsamos la transformación en nuevas áreas. Creamos nuevos sistemas y evitamos los anteriores, lo que aumenta continuamente la complejidad que necesitamos para entender, mantener y trabajar. Y cuando ya lo hemos hecho, de nuevo, nuestro negocio vuelve a cambiar.
Cuando nos enfrentemos a nuestro legacy de forma directa, descubriremos que contiene un gran potencial sin explotar
Muchas organizaciones se encuentran en esta situación. Es una trampa. Aunque a menudo no es nuestra primera opción, es mucho mejor trabajar sobre los sistemas existentes y evaluarlos junto con nuestros planes para los nuevos sistemas. Con frecuencia existen partes de estos que pueden ser readaptadas para satisfacer nuestros nuevos objetivos, aunque pueden estar ocultas.
Pensamos en para qué fueron construidos nuestros sistemas, pero no lo que encierran. Cada uno está formado por pequeñas partes, sistemas internos. Si pudiéramos identificar todas estas piezas y aislarlas, sería posible examinar cada una de ellas de forma independiente y plantear si se pueden reorientar como una pieza en un sistema más grande que cubra nuestras nuevas necesidades.
Este proceso no es fácil, pero a largo plazo conduce a una reducción de costes y a nuevas oportunidades. Si aprendemos a ver nuestros sistemas existentes como recursos que pueden evaluarse, dividirse en sus partes constituyentes y recombinarse para que formen parte de nuevos escenarios, encontramos que, en muchos casos, tenemos gran parte de lo que necesitamos.
El primer paso es estar dispuesto a observar. De esta manera, podremos evaluar, reconceptualizar y entender dónde nuestros activos del sistema de software pueden ser utilizados en nuestros nuevos planes.
Cuando nos enfrentemos a nuestro legacy de forma directa, seguramente descubriremos con contiene un gran potencial sin explotar.