La atención plena sigue siendo un concepto de difícil comprensión para los no iniciados y, en sus vertientes más profundas, todo un enigma para la gran mayoría, que lo identifica con una simple técnica de relajación. En este caso, me gustaría comentar cómo cambia la percepción a partir de una experiencia que tuve con un reventón de rueda.
Conducía desde el País Vasco, a velocidad moderada, sereno, disfrutando del paisaje, con atención plena, cuando el indicador del coche me avisó de que perdía aire por una rueda y, en escasos 20 segundos, pasé de una presión de 230 a cero. Circulaba sobre tres ruedas. Al llevar un cuatro por cuatro, sentí que el coche no perdía equilibrio y decidí rodar lentamente hasta una gasolinera cercana, donde parar no implicara un riesgo, aunque pudiera salirme más cara la reparación por haber destrozado las ruedas rodando sin aire (invirtiendo en pérdidas, perder para quizás ganar).
Si tienes prisa solo querrás escuchar al que te diga que sí puedes
Mindful
Efectivamente, la rueda había reventado. Tuve suerte, pero en toda la escena rodaba más lento que el resto del tráfico (mindful, relajado, diría la mayoría) y el acceso a mayor información me dio una capacidad de decisión mejor que ir a 180 km hora, con volantazos agresivos, urgencia por parar en medio de la autopista, etc. Dos panoramas distintos, con consecuencias distintas, vamos.
Lo que siguió fue un cambio de rueda por la “galleta” (pequeña rueda de repuesto con un máximo de 80 km hora para rodar), y retomar el camino a casa. Me entró un poco de ansiedad, porque se hacía tarde y el viaje se alargaba mucho dentro de la noche, por lo que los niños estarían cansados y al día siguiente tenían colegio. Sin embargo, con atención plena, me di cuenta de que mi familia era demasiado valiosa para arriesgar y hacer que el coche rodara más rápido, tal y como me proponía el genio de la grúa. El mundo está lleno de “expertos” formados no se sabe dónde: ten cuidado con dónde te asesoras y desde dónde lo haces. Si tienes prisa solo querrás escuchar al que te diga que sí puedes.
La otra realidad
Lo más interesante del ejercicio de consciencia viene después: al tener que rodar a un máximo de 80 km/h decidí poner los testigos de coche averiado porque había muchos puertos de montaña por pasar y tanto los veloces turismos como los pesados camiones se podían llevar un susto por no poder frenar ante un coche mucho más lento, cuesta arriba o cuesta abajo…
La sorpresa fue que, en vez de agradecerlo, muchos samaritanos se esforzaron en hacerme saber que me debía haber confundido, que tenía los testigos encendidos. Iban tan rápido que su velocidad no les permitía entender que la mía era muy inferior por motivos de seguridad. Su limitada percepción no les dejaba ver mi realidad. No me lo tomé a pecho, “tan solo querían ayudar”, pensé, hasta que uno se emperró en hacerme ver su versión de la realidad de manera insistente, con luces, claxon y hasta frenando frente a mí (para habernos matado con mi minirrueda, líbreme Dios de los bien intencionados…).
El estilo de vida mindful, de atención plena, es sin duda más lento que esta alocada vida que llevamos, corriendo en todas las direcciones sin saber habitar el presente. Pero no es solo una manera de vivir más relajada, es también una manera de vivir consciente de lo que pasa, en mi coche y en el del otro, en mi trabajo y en el del otro. Esto ayuda, profesional y personalmente, a mejorar las relaciones, tener más empatía, ejercer un liderazgo consciente, ser eficiente, mejorar la productividad y la seguridad, etc.
No solo es más relajada, es también una manera de vivir consciente de lo que pasa
Slow life
Para finalizar la historia, me gustaría añadir que, una vez que renuncié a llegar a la hora prevista y asumí que la velocidad había cambiado (slow life), pude disfrutar de la carretera de noche como hacía años que no me sucedía. Llegué a casa cansado, pero mucho menos que si me lo hubiera tomado con estrés (mejoré mi rendimiento y lo hice sostenible), pero lo mejor fue que —mental y emocionalmente— sentí un enorme bienestar.
Disfruté de la paz de conducir casi tres horas en estado meditativo, que debería ser la única manera de hacerlo, incluso de vivir. La experiencia de conducir tu vida con atención plena, mindful, es de alta presencia, alta percepción sin exceso de control, con claridad mental, sin alerta, disfrutando como en el anuncio de coches; e incluso gozando de una alta inspiración, porque, desde el vacío de no estar dándole vueltas a nada, uno se encuentra con ideas nuevas, innovadoras, perspectivas espontáneas sobre cuestiones que no nos ocupaban pero que, de repente, aparecen en nuestra mente y podemos registrar para volver a la experiencia de presente, plena, vital, placentera, serena, productiva y segura…
A partir de aquí me gustaría plantear una serie de preguntas para reflexionar:
- ¿A qué velocidad conduces tu vida? ¿Esa velocidad es pareja a la de tu equipo profesional o a la de tu familia? ¿Es sostenible como individuo, pareja o colectivo? Mucha atención al estrés o las drogas estresoras.
- ¿Te dicen que no los entiendes? Baja de velocidad. Así no puedes percibir bien. No se trata de que te exijas controlar más, tensarte más, estresarte más. El corazón y el cerebro también tienen sus límites.
- ¿Eres de los que creen que solo se disfruta del destino y no pones atención al viaje? Mucho cuidado, los destinos duran segundos, porque enseguida ponemos otra imagen mental de un sitio donde llegar (nueva pareja, trabajo, actividad, etc.), que nos impide vivir el presente. ¿Qué prefieres, un millón de experiencias vitales con atención plena a cada instante en lo pequeño o solo tres o cuatro grandes cumbres? Si eliges lo segundo, seguramente mueras antes de conquistarlas o, si lo logras, no les darás valor, porque siempre hay otra cumbre más alta que conquistar.