
La literatura empresarial está llena de referencias que elevamos a axiomas irrefutables. Es lo que está sucediendo con la llamada transformación digital, expresión que, de tanto utilizarla, hemos vaciado de contenido. Hay otras que establecen similitudes entre las empresas y el mundo animal. Las grandes corporaciones son como los elefantes —pesados, lentos y robustos—. Por contra, las startups se asimilan más a las gacelas —ágiles, rápidas y frágiles—.
Pero, sobre todo, abundan las referencias a grandes pensadores: para sobrevivir, las compañías tienen que adaptarse al entorno. El legado darwinista se ha extendido al mundo empresarial y ha inundado todo tipo de presentaciones estratégicas. El proceso de adaptación como eje del pensamiento darwinista puede resultar engañoso. Los organismos se adaptan, hay mucha evidencia al respecto. Pero no hay ninguna de que un organismo pueda convertirse en otro. Que un elefante pueda transformarse en gacela sigue siendo una quimera.
El Corporate Venturing empieza a ser una realidad en nuestro país
Siguiendo con el paralelismo del mundo empresarial, la adaptación está íntimamente relacionada con la supervivencia. La necesidad de sobrevivir —como empresas— nos ha llevado a considerar la competencia como el enemigo a batir, competencia a la que los planes estratégicos y los manuales de gestión de empresas siguen dedicando mucha atención. Los valores de las compañías, además, son muchas veces reflejo de esa influencia. ¿Cómo voy a compartir una idea, a riesgo de que me la copien? En la cultura europea, la transparencia sigue siendo considerada una debilidad.
Pero transformarse es también desaprender. El éxito empresarial no es un juego en el que unos ganan y otros pierden. La verdadera batalla que se está librando en los mercados globales es la de los ecosistemas. Ya no se trata tanto de competir como de cooperar. En la práctica empresarial, la cooperación no ha recibido la misma atención que la adaptación. Innovación abierta, plataformas, coopetencia o ecosistemas son vocablos todavía novedosos en los planes estratégicos.
Si pensamos en los mercados más nativos digitales, el liderazgo radica en la capacidad para crear un nuevo ecosistema. El gran éxito de Microsoft en los años ochenta fue la creación de un ecosistema abierto que facilitó la expansión y popularización de los PC. En la primera década de este siglo, fue Apple quien provocó la gran disrupción en el mercado de los móviles, creando una plataforma que soportaba una numerosa comunidad de desarrolladores con intereses comunes. Las recientes adquisiciones de GitHub y Redhat por parte de Microsoft e IBM respectivamente (y las elevadas primas pagadas por la compra) obedecen sin duda a esta estrategia.
Hace apenas cinco años era impensable que una corporación definiera líneas de colaboración con startups. El enfoque hacia la innovación era binario: o se desarrollaban las capacidades internamente o se adquirían en el mercado a través de una compra. Sin embargo, hoy está proliferando una tercera vía, la de la colaboración. Desde el año 2016 hasta la actualidad, el número de iniciativas corporativas —incubadoras, aceleradoras…— puestas en marcha en España se sitúa ya por encima de las cuarenta, con una eclosión pronunciada en los últimos doce meses. El corporate venturing empieza a ser una realidad en nuestro país.
Un elefante no es una gacela, ni llegará a serlo nunca. Pero si ambos colaboran de manera adecuada, podrán beneficiarse de las fortalezas respectivas, creando nuevos modelos. Para sobrevivir, es necesario adaptarse al entorno. Pero las empresas que tienen éxito son aquellas capaces de crear, por sí mismas, un nuevo ecosistema de colaboración basado en intereses comunes.