Son muchas las personas y empresas que se preguntan cómo se comporta el consumidor frente a la tecnología o qué fases pasa un producto desde que se imagina hasta que se convierte en una tendencia y una realidad en el mercado. Si imaginamos el recorrido que realiza una innovación tecnológica, desde que nace hasta que se consolida, podemos fijar un punto de partida común, los early evangelists, esos visionarios en los que nace cualquier idea.
Estos profetas de la tecnología detectan la necesidad de un grupo reducido de personas, a los que podemos catalogar como early adopters. En todo ciclo de vida es necesario que estos dos grupos compartan ideas, necesidades y problemas.
Cuando estas dos partes coinciden, o llegan a un punto en común, es cuando se comienza a desarrollar un primer producto. Se trata siempre de un servicio con las funcionalidades básicas y a un precio asequible para que los early adopters lo compren. Sin embargo, hasta que el 50% de tu círculo más cercano no ha adoptado ese producto, no se puede decir que esa innovación es una realidad.
Lo que determina que una tendencia se convierta en un hábito en el mercado es si este llega al gran público, si cruza la barrera de los early adopters. Ese momento crítico donde se ponen a prueba todas las funcionalidades del nuevo servicio. Si este consigue la aprobación de este grupo y llega a las masas, la tendencia se habrá convertido en una realidad.
Podemos observar muchos ejemplos de este proceso en nuestro día a día. Por poner uno, en una primera fase se encontrarían ahora mismo las casas conectadas, puesto que se trata de una necesidad de muy pocos, un producto en fase embrionaria. Por otra parte, una tendencia actual con grandes expectativas, pero adoptada por muy pocos, serían los vehículos autónomos. Y finalmente, una tendencia consolidad podría ser la realidad virtual, empleada hoy en muchos sectores.
La tecnología avanza a pasos agigantados y cada año surgen nuevas tendencias que, en muchos casos, ya no son disruptivas sino complementarias. Por ello, para asegurar el éxito de la compañía —y estar a la vanguardia de la tecnología— es necesario que la empresa esté presente en el mercado, que mantenga los ojos bien abiertos a cualquier novedad, cambio o carencia de la sociedad, anticiparse a las necesidades, conocer cuándo van a ocurrir y estar allí. Con el ejemplo de los coches conectados se puede explicar claramente. Estos modelos de conducción autónoma son ya una tendencia, se podría decir que los early adopters ya los han adquirido; sin embargo hay una gran carencia, la falta de puntos de carga en las ciudades, por eso no han llegado a convertirse en una realidad.
Las carencias de la sociedad se aprecian muchas veces en “micromomentos”, pequeños detalles que ocurren de forma rápida durante la experiencia de compra de un cliente. Por ello, toda herramienta que sirva para sacar información de la experiencia de compra ha de ser bienvenida. Hay que eliminar pasos, conseguir funcionalidad en un solo clic, facilitar alternativas y ayudar al usuario a terminar la transacción. Hoy hay muchas alternativas, se puede personalizar al cliente por ubicación, tener el historial del usuario identificado o utilizar herramientas de análisis de carga.
Con una opción de mercado tan amplia, ya no son las empresas quienes marcan el camino, son los propios consumidores con sus decisiones y hábitos quienes modifican los planes y estrategias de las compañías. El reto de las empresas es captar al consumidor en esos instantes fugaces, pero claves en la decisión de compra, y satisfacer sus necesidades.