Todo el mundo está entusiasmado con las nuevas tecnologías, que están dando que pensar a muchos emprendedores e inspirando a muchas empresas a la hora de crear nuevos modelos negocio. La cadena de bloques, o blockchain (BC), es una de esas tecnologías de las que se está hablando constantemente, sobre todo por su capacidad para almacenar valor y transferirlo, sin fricción y de forma descentralizada.
Tiene un esquema muy interesante y un diseño impecable que está cambiando la forma en la que realizamos —y realizaremos— las transacciones. No solo está mejorando y agilizando la trazabilidad en el ámbito financiero, sino que se está aplicando en muchas más industrias (salud, automoción, cadena de suministro o sector público) y, por ejemplo, en temas relacionados con la ciberseguridad y el Internet de las Cosas (IoT), la distribución de contenido y propiedad intelectual, o incluso en las bellas artes.
En mayo de 2015, The Economist denominó a esta tecnología The next big thing y desde entonces su aplicación ha evolucionado a una tremenda velocidad. Por ejemplo, está siendo capaz de formar el mayor superordenador del mundo —según TechCrunch: “How blockchain can create the world’s biggest supercomputer”— o está sirviendo como base de los cimientos de una nueva Internet (Wired: “How bitcoin’s blockchain could power an alternate Internet”).
El blockchain tiene un esquema particularmente interesante y un diseño impecable
El sector de la salud es una de las aplicaciones prácticas de BC, en la que se están invirtiendo millones de euros. Imaginemos el ecosistema de esta compleja industria: pacientes, médicos, proveedores, distribuidores, laboratorios, instituciones públicas, aseguradoras, farmacéuticas, etc.
Empezando con la recopilación de datos de los pacientes, muchas de las grandes tech companies —como Apple, Google, etc.— ya proponen el uso de smart devices, sensores y apps conectadas 24 horas al día que monitorizan nuestra salud. El primer paso prácticamente está dado.
Ahora podríamos imaginar que estos registros médicos, junto con nuestros datos clínicos e historial (visitas al consultorio, diversas pruebas, radiografías, etc.) se cifren automáticamente y se guarden sin que sea posible realizar modificaciones, y que estén disponibles —de forma segura y confiable— para todo aquel que nosotros autoricemos.
Todo ello sin intermediarios, con la seguridad de que únicamente terceras partes autorizadas podrán acceder a la información compartida.
Pero, si así lo deseamos, que tengamos la posibilidad de colaborar con farmacéuticas, universidades o instituciones públicas en la investigación para la cura de enfermedades a nivel mundial.
Y mejor aún, que podamos hacer uso de los smart contracts para cubrir los gastos generados o contratados.
El BC se aplicaría también en la cadena de suministro de los medicamentos con el objetivo de optimizar su distribución y manejo. En este caso, un ejemplo seria la compañía iSolve LCC, que está trabajando en una innovadora solución llamada Advanced Digital Ledger Technology (ADLT).
Sin duda la tecnología blockchain, con ayuda de IoMT (Internet of Medical Things), podría reducir la incidencia del fraude y los errores en los registros clínicos, incentivar la colaboración e investigación, así como garantizan la seguridad, la privacidad y la confiabilidad en todo el proceso alrededor de este ecosistema. Hay muchas empresas, como Gem Health, Telstra, IBM (cognitive Internet of Things), entre otras, que están poniendo su granito de arena para que esto sea una realidad a corto plazo. Las barreras son todavía muy altas.