Las emociones de los empleados. La naturaleza de las empresas viene determinada por las personas que las conforman. A muchas de las compañías más tradicionales les ha costado darse cuenta de ello y, durante años, se ha considerado al trabajador como una más de las partes que hacen funcionar la maquinaria de servicios, fabricación, banca o bienes de consumo.
Hoy, afortunadamente, los recursos humanos son vistos como el activo más valioso de una organización, con su diversidad, sus particularidades, sus fortalezas y sus conocimientos. Y más ahora, cuando muchas empresas están inmersas en continuos procesos de cambio y transformación que, sin la participación (de buen grado) de esas personas, es imposible llevar a cabo.
Cualquier cambio en la empresa en la que trabajamos nos produce zozobra, dudas, temor incluso. El cambio es estrés. Aunque llevamos varios años hablando de transformación, ahora, tras la pandemia y la crisis sanitaria y económica, estamos aún más preocupados por nuestra vida laboral y más sensibles ante posibles despidos, degradaciones o traslados a nuevas áreas en las que no nos sentimos tan seguros.
Cuidar las emociones
Hay demasiada incertidumbre alrededor (política, económica, social) como para asumir de buen grado los cambios en nuestro entorno laboral. Esto puede llevar al empleado a convertirse en un palo en la rueda para la consecución de los objetivos de transformación de la compañía.
Una plantilla feliz es una plantilla productiva, ¿no es eso lo que buscan todas las empresas?
Las personas son el eje fundamental del cambio y, puesto que somos seres emocionales, atender este factor es clave para lograr su participación, para que todos rememos en la misma dirección. De este modo, es importante empezar por compartir con los empleados los objetivos de la transformación y el impacto que se busca con ella.
Aunque la teoría parece estar clara, tal vez no lo esté tanto la manera de aplicarla. No se trata de subir sueldos o de ofrecer incentivos, sino de conseguir que la experiencia general del empleado sea más positiva en su conjunto. Para ello hay que atender a su parte emocional, es decir, introducir dinámicas que cambien el ritmo de la vida dentro de la empresa, que saquen a las personas de su zona de confort y rompan las barreras entre departamentos para facilitar la colaboración.
Al frente de todo ello debe estar el líder, o el equipo directivo: si no están convencidos de que deben y pueden motivar a sus equipos, o si no son capaces de hacerlo, será difícil que salgan victoriosos de esa transformación. Ellos deben hablar, comunicarse (tanto por medios físicos como digitales), entender sus percepciones y sensaciones, y atenderlas, así como ofrecer flexibilidad y mantener una actitud siempre abierta para responder a dudas o reacciones positivas o negativas.
Los profesionales prefieren quedarse en un sitio donde se sienten valorados y a gusto.
Buscar la felicidad laboral
A veces podemos percibir que existe un malestar entre la plantilla, pero no sabemos qué lo ha originado. El primer paso es averiguar en qué terreno nos movemos, realizar un diagnóstico previo para establecer el punto de partida (aquí profesionales especializados pueden ayudar). Después podremos abordarlo introduciendo dinámicas que hagan que nuestros empleados se abran, que transmitan sus emociones, sus opiniones; y trabajar en todo ello con empatía para mejorar el clima laboral. La felicidad y el bienestar del empleado son esenciales para el correcto funcionamiento del negocio.
Hemos visto muchos ejemplos en los que, cuando se optimiza el entorno emocional de una compañía, se genera un ambiente más positivo y el talento se alinea con el compromiso. De esta manera, el tiempo para alcanzar la meta —la transformación en este caso— se reduce, al tiempo que aumentan las probabilidades de conseguir mejores resultados de negocio. Del mismo modo, la retención de talento surge de forma natural. Los profesionales prefieren quedarse en un sitio donde se sienten valorados y a gusto (con el consiguiente ahorro de tiempo y dinero para la compañía).
Si el éxito de un proceso de transformación depende de las personas, las empresas han de cuidar de la salud psicosocial de su equipo, cultivar el sentimiento de pertenencia y, en fin, su felicidad laboral. Una plantilla feliz es una plantilla productiva, ¿no es eso lo que buscan todas las empresas?