La transformación digital de las empresas tradicionales ya ha comenzado. Nos encontramos ante una nueva realidad que hace uso de las nuevas capacidades de la infraestructura de Internet como red física e inalámbrica y permite el desarrollo de las tecnologías emergentes: cloud computing, big data, Internet de todas las cosas (IoE), smart cities o Industria 4.0.
Las empresas convencionales de todos los sectores van a trasladar el crecimiento del PIB y el empleo a las actividades digitales. Esto provocará que muchas de las profesiones actuales experimenten modificaciones, que solo podrán aprovechar aquellos perfiles que cuenten con las competencias requeridas en un entorno de economía digital. Estas son las competencias duras (hard).
En este sentido, algunas organizaciones están llevando a cabo ya una reconversión poco ruidosa de las profesiones. Cambian las competencias y también lo hacen las personas, que ahora necesitarán formación para ser resolutivas en una realidad dominada por las tecnologías emergentes y los nuevos modelos de negocio.
En el libro Trabajar en la era digital identifico hasta 20 competencias para el trabajo en la era digital, denominadas competencias TED. Para ello, he desarrollado una metodología científica de análisis basada en la concepción sistémica de la empresa, que permite entender la dinámica del cambio de las competencias. El resultado es el diseño de una metodología que he llamado Relaciones E[(TOM)C], cuyas variables son las siguientes: empresa, tecnología, organización del trabajo, mercados y clientes, que interrelacionadas determinan el cambio de las competencias necesarias para el trabajo.
Un paso más ha sido identificar nuevas profesiones. Algunas como el director de transformación digital o chief digital officer (CDO) y el científico de datos, encargado de la explotación de big data, son denominaciones importadas de Estados Unidos, ya presentes en nuestras empresas. Otras nuevas ocupaciones son necesarias y responden a perfiles reclamados por las empresas, pero aún no tienen una denominación común.
A la vez, algunas ocupaciones se seguirán denominando igual que en la actualidad, pero su perfil profesional está cambiando notablemente. Sería un error no identificar los cambios y anticiparse a los mismos en la medida de lo posible. Además, es fundamental identificar cómo en los próximos años los cambios tecnológicos afectarán al trabajo y de qué competencias se debe disponer para tener éxito.
El actual proceso de transformación digital genera valor a las empresas y supone una ventaja competitiva en el mercado. Según un estudio reciente realizado por Gartner, el 25% de los negocios perderán competitividad en el año 2017 por su incompetencia digital, un lujo que no se pueden permitir en los tiempos que corren, ya que se trata de la base del crecimiento de las empresas. Para Francisco González, presidente de BBVA, el cambio es definitivo: “Los cambios son enormes, no hay ningún sector que, de una forma u otra, no esté afectado por la transformación digital”.
La transformación digital no se limitará al comercio electrónico y los contenidos digitales, ni a la presencia en las redes sociales, sino que abarcará todas las esferas de la economía. Los protagonistas de la economía digital volverán a ser las industrias y las empresas de servicios tradicionales, que van a transformarse digitalmente.
Por otro lado, estudios recientes indican que del acierto de las decisiones estratégicas de los directivos implicados en la gestión depende —entre el 50% y el 60%— del futuro de las empresas. En estos momentos de cambio generalizado, las empresas dependen del talento directivo para definir la estrategia de transformación digital.
De esta forma, los directivos que no cuenten con las competencias adecuadas para marcar la estrategia es probable que confundan las dificultades de sus organizaciones con la continuidad de la crisis, y que sigan haciendo reestructuraciones cortoplacistas sin entender que su sector está en transformación digital, porque no entienden lo que pasa a su alrededor. Esto hará cada vez más evidente la necesidad de directivos con competencias tecnológicas, de gestión de negocio, de liderazgo de los nuevos ecosistemas digitales y de dirección de personas con trabajo mercantilizado, virtual y distribuido.