Tal y como les ocurre a muchos de los emprendedores de Silicon Valley, Sam Altman, el CEO de Open AI, se ha impuesto la misión de “cambiar el mundo”. Y no parece que vaya de farol: la compañía que preside no solo se ha convertido en un unicornio (está valorada en 26.000 millones de dólares), sino que está causando un impacto tangible en muchas áreas del conocimiento humano y, sobre todo, en el mundo laboral.

Samuel Harris Altman nació en 1985 en St. Louis, Missouri, en la zona central y más conservadora de los Estados Unidos. A los ocho años recibió su primer ordenador personal —un Mac— y ahí comenzó una trayectoria que le ha llevado a ser el CEO de la compañía de inteligencia artificial más conocida del momento.

Con ese primer Mac, Sam Altman aprendió a programar, una afición que, años después, le condujo a la Universidad de Stanford para estudiar informática. Duró poco allí: al cabo de un año abandonó la carrera y decidió fundar la compañía Loopt, dedicada a desarrollar una aplicación de red social basada en la ubicación. La app no terminó de tener éxito y se vendió por 43,5 millones de dólares en 2012, cubriendo más o menos las inversiones realizadas.

Entiendo que la gente esté preocupada por cómo la IA cambiará nuestra forma de vida. Nosotros también lo estamos”.

En 2011, Sam Altman se había convertido en socio de Y Combinator, una aceleradora de startups que terminó presidiendo solo tres años después. En la actualidad, esta aceleradora tiene participaciones en empresas que suman un valor total superior a los 80.000 millones de dólares y entre las que suenan nombres como los de Airbnb, Dropbox, Reddit o Stripe.

Sam Altman y su camino hacia Open AI

Al frente de Y Combinator, en lugar de seguir los pasos de su antecesor en el cargo, Altman se marcó la meta de financiar más de mil empresas cada año, no solo unos pocos cientos. Algunas de sus iniciativas incluyen YC Continuity, un fondo de inversiones que sigue apoyando a las startups una vez que han madurado; o Y Combinator Research, un laboratorio sin ánimo de lucro dedicado a la noble meta de investigar en campos como la computación, la educación, el urbanismo o la renta básica.

La obsesión de Sam Altman ha sido crear la IA definitiva, capaz de mejorar la calidad de vida de toda la humanidad

En 2019 dejó de dirigir YC, de la que se desvinculó al poco tiempo, para centrarse en Open AI, fundada por Greg Brockman, Peter Thiel, Elon Musk, Microsoft y AWS. Como CEO de Open AI, la obsesión de Sam Altman ha sido crear la IA definitiva, capaz de mejorar la calidad de vida de toda la humanidad.

Uno de los primeros que valoraron los frutos de ese empeño fue Satya Nadella, CEO de Microsoft; apreciación que en 2019 se tradujo en una inversión de mil millones de dólares. Si tenemos en cuenta que esa decisión se tomó tras una única visita a Open AI, podemos concluir que, obviamente, Nadella quedó algo más que impresionado por lo que vio.

El lado oscuro de la IA

Sin embargo, a pesar de contribuir sustancialmente a la proliferación de la IA con ChatGTP, Altman ha expresado en varias ocasiones su preocupación ante esta tecnología: “No sé si hemos abierto la caja de Pandora e iniciado el camino para que la IA termine por extinguir a la humanidad”, ha llegado a decir. Más allá de las imágenes de Terminator que nos evoca, Sam Altman aboga por la creación de un organismo internacional que regule el uso de la IA en ciertos modelos avanzados.

«No sé si hemos abierto la caja de Pandora e iniciado el camino para que la IA termine por extinguir a la humanidad”

Aun así, el CEO de Open AI admite abiertamente que es un prepper (alguien que se prepara para el fin del mundo): “Intento no pensar demasiado en ello, pero tengo armas, oro, yoduro de potasio, antibióticos, pilas, agua, máscaras de gas del ejército israelí y un gran terreno en Big Sur [en la costa de California] al que ir”. Los escenarios que imagina Altman son “un virus sintético letal o una IA que ha perdido el control”.

Inversor y filántropo

En la figura del fundador de Open AI se da una dicotomía que confunde a más de uno: por una parte, quiere hacer avanzar la inteligencia artificial para mejorar la vida de toda la humanidad; por otra, se prepara para el apocalipsis que podría desatar una versión real del imaginario SkyNet.

Mientras esperamos a que la balanza se incline de uno u otro lado, Altman impulsa numerosas iniciativas filantrópicas que hacen un bien inmediato: durante la pandemia del COVID-19, por ejemplo, capitalizó un proyecto para realizar pruebas rápidas de vacunas y acelerar la creación de una que fuera efectiva.

Así que, por el momento, solo nos queda ver si termina por ganar el ángel que se sienta en un hombro de Sam Altman… o el demonio que le susurra desde el contrario.

Invertir en tecnología

Con 95 inversiones personales en empresas de tecnología y otras 40 más con diversos partners, se podría decir que Altman practica la inversión de forma compulsiva. Sin embargo, la verdadera obsesión del CEO de Open AI es hacer que las tecnologías avancen en todos los campos, incluido el nuclear, que tan mala prensa tiene desde hace ya muchos años. Altman opina que la forma de conseguir una mejor calidad de vida para toda la humanidad es mediante el uso de la tecnología.