En ocasiones, el caprichoso vaivén de la genética produce resultados asombrosos. Pero se necesita a una persona extraordinaria para materializar el potencial latente en avances que precedan a su tiempo y marquen tendencias. Stephen Wolfram es uno de esos individuos excepcionales.
Stephen Wolfram nació en Londres en 1959, hijo de un fabricante de textiles y de una profesora de filosofía de la Universidad de Oxford. Ya durante su época de escuela primaria y secundaria consiguió diversos premios en las asignaturas de ciencias y matemáticas. Aunque de pequeño tuvo dificultades con la aritmética, parece que, de pronto, algo en su cabeza encajó y con doce años ya había escrito un tratado de física. De hecho, solo dos años después ya tenía en su haber tres libros sobre física de partículas.
Ingresó en Oxford con solo diecisiete años, pero abandonó esta universidad sin graduarse para ir al California Institute of Technology (Caltech), donde obtuvo su doctorado en física de partículas en 1979, con veinte años. Uno de los profesores de su comité evaluador fue nada menos que Richard Feynman.
El código Wolfram permite describir autómatas celulares unidimensionales y la complejidad de sus comportamientos
Aunque publicó numerosos artículos sobre quarks y la teoría de campos cuántica, Wolfram abandonó el Caltech y la física tras solo dos años y se fue a la Escuela de Ciencias Naturales del Instituto de Estudios Avanzados en Princeton, donde se dedicó a la investigación de autómatas celulares. Este cambio de terreno le ganó el apelativo de enfant terrible de la física y lo enfrentó con sus antiguos colegas, que sintieron que abandonar la física por la computación no tenía sentido alguno.
Sistemas complejos
Pero Stephen Wolfram se dedicó de lleno a su investigación y desarrolló el código Wolfram, que es una nomenclatura para describir autómatas celulares unidimensionales y la complejidad de sus comportamientos. De ahí pasó a trabajar en la simulación de procesos físicos con Richard Feynman y ayudó a establecer el campo de los sistemas complejos.
En 1986 Wolfram fundó el Centro para la Investigación de Sistemas Complejos en la Universidad de Illinois. Ese mismo año inició el desarrollo de Mathematica, el primer sistema algebraico para ordenadores, que se usa todavía hoy. Mathematica fue adoptado en masa en el ámbito científico y hoy es la herramienta responsable de muchos avances y descubrimientos en numerosos campos.
Solo un año después, fundó Wolfram Research, que se encarga de la comercialización del programa y de las demás iniciativas empresariales del genio, como Wolfram Alpha (ver Cuadro).
Además, Wolfram fue consultor para la película de ciencia ficción Arrival y, junto con su hijo, desarrolló parte del código de análisis que se ve en el filme para descifrar los pictogramas alienígenas. A sus 61 años, parece estar en plena forma.
El año pasado, en el apogeo de la pandemia, lanzó el Wolfram Physics Project, que intenta formular la Teoría Fundamental de la Física, en un movimiento que, aparentemente, lo ha devuelto a sus raíces. En su tiempo libre, de paso, escribió un libro al respecto. Está claro que nos quedan grandes cosas por ver de este hombre callado, inquieto y brillante.