En el artículo anterior hablamos de las razones por las que creemos que la transformación digital no solo no es una moda sino que, por el contrario, se trata de una ola de las muchas que vamos a encontrarnos en esta nueva era que estamos comenzando a vivir. En esta nueva entrega me gustaría mostraros la que considero como la fórmula del éxito de la transformación digital.

Vamos a vivir un año trascendental para la transformación de nuestras empresas. Por esta razón quiero regalaros una fórmula fácil de recordar, que en los últimos meses se ha ido perfeccionando para que este proceso se os haga mucho más sencillo y gestionable, y en ningún momento perdamos el foco de la gran ola que nos va a tocar surfear. La fórmula pretende ayudaros a entender los elementos que, desde mi punto de vista, son críticos a la hora de afrontar este profundo proceso de transformación. 

La fórmula tiene tres partes: la comunicación, los agentes de la transformación y los valores que creemos imprescindibles en este proceso (la tecnología, el factor humano y la humildad). Una parte soft y otra más hard si queréis verlo de otra manera.

Al final, este, como otros, es un gran cambio social y económico con un fuerte impacto de la tecnología y, por tanto, parte de este pensamiento es aplicable a otros cambios que tengan lugar en nuestras vidas y que no tengan que ver con la transformación digital.

FIGURA 1. Fórmula de la transformación digital creada por Mosiri Cabezas y Pepe de la Peña.
FIGURA 1. Fórmula de la transformación digital creada por Mosiri Cabezas y Pepe de la Peña.

Valores

Vamos a comenzar por los valores y las razones intrínsecas que nos llevan al cambio. Esta transformación es sobre todo un reto y un cambio “humano” y por ello los valores son prioritarios si queremos lograr el éxito en este complejo proceso. En la reciente cumbre de Davos, muchos estudiosos sobre el cambio producido por esta que ya denominan “cuarta revolución industrial” abogaban por no olvidar esos valores que nos diferenciaban en la lejana segunda revolución industrial: la empatía, la comunicación… Este grandísimo reto social no debe obviar que todo lo que estamos creando tiene como fin último dar una vida mejor a las personas y, por tanto, debe ponernos en el centro de esta revolución.

Velocidad. Pero además ya sabemos que tenemos que ser rápidos, pues el cambio que vivimos es exponencial y comenzar cuanto antes será diferencial, tanto para aprender, experimentar y explorar como para llegar antes que otros. No hay tiempo que perder, hay procesos que llevan mucho tiempo y el tiempo en esta revolución juega en nuestra contra.

Valentía. También hemos de ser valientes, habremos de tomar decisiones sin contar con toda la información. Además, las variables de contexto parece que quieren jugar el juego de las sillas con nosotros, por lo que ser valientes se torna en algo imprescindible, sobre todo cuando somos conscientes de que el cambio es una necesidad y no una opción. No hay vuelta atrás, ni alternativa posible, salvo ponerse en marcha y avanzar.

Humildad y sus dos facetas. Hablar de humildad en entornos corporativos puede parecer demasiado “blando”. La humildad es cada vez más importante. Nos recuerda que no lo sabemos todo y que tenemos que estar dispuestos a aprender. Actitudes de gestión prepotentes del pasado, dan paso a un estilo de liderazgo más cercano y abierto, donde escuchar y aprender son los pilares de los nuevos líderes. “El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad”.

Sin embargo, no malinterpretemos la humildad. Como individuos, en esta cuarta revolución industrial tenemos que estar listos y preparados para aprovechar todos los poderes de la tecnología y encontrar la manera de convertirnos en elementos imprescindibles de la nueva economía.

Volviendo a hacer referencia a Davos os invito a que curioseéis en su pagina web (http://www.weforum.org). En los próximos cuatro años se perderán muchos millones de puestos de trabajo en el mundo y, aunque se crearán otros, esto solo es la antesala de una realidad de profundo cambio en el entorno laboral. Por ello debemos empezar a prepararnos, reciclarnos, reflexionar sobre lo que somos y dónde queremos estar a nivel laboral. Con humildad, pero también con seguridad y rotundidad, debemos marcar las líneas de nuestro futuro como ejes de la economía, con el mismo esquema mental que adoptaríamos si estuviéramos definiendo un plan de negocio para un producto de nuestra compañía.

Necesidad y no opción. Creo que a estas alturas caben pocas dudas de que la transformación digital es una necesidad y ya no es una opción. Los líderes del mundo lo han gritado desde Suiza; la tecnología es la imprenta y la máquina de vapor de este siglo, de nuestra vida, y no podemos ser ajenos a que si no la incorporamos y cambiamos nuestra manera de pensar y de hacer, quedaríamos automáticamente fuera del futuro.

Esta transformación es un reto “humano”, por ello los valores son prioritarios

Agentes

Los agentes de la transformación son tres. Los principales y más complejos pasan por las personas y son nuestros propios equipos y los clientes. Dentro de los procesos de cambio, la propia organización puede convertirse en nuestro peor enemigo. El cambio cultural que la transformación digital conlleva implica procesos de renovación de talento, cambios organizativos, aprender a trabajar de manera diferente, mezclar generaciones y áreas de conocimiento… Todo ello sucederá a la vez, por lo que no podemos minusvalorar la criticidad y la velocidad a la que hay que poner en marcha la maquinaria del cambio interno. Por eso es tan importante empezar cuanto antes e involucrar a toda la organización. Si no cambiamos la esencia de la organización, el cambio será en falso.

Pero, no olvidemos nunca que por encima de todo, hagamos lo que hagamos, el cliente tiene que ser la razón de ser de la organización y hoy, gracias a la tecnología, tenemos herramientas para conocerle mejor y acercarnos a él para ofrecerle lo que necesita en cada momento.

Y quizás os sorprenda que, de todas las variables, la tecnología haya quedado casi la última en nuestra fórmula, aunque es el medio con el que tenemos que lograr cambiar y la razón por la cual todo está cambiando. Pero no podemos ponerla en el centro de lo que hagamos, porque nos haría perder el foco.

La tecnología debe ser la herramienta que nos permita adaptar nuestro negocio a las nuevas necesidades de nuestro cliente, pero siempre pasada por el filtro de lo que realmente tiene sentido para nuestro mercado y nuestro negocio, para nuestro cliente y para nuestra organización. No hay que utilizar el BI, cloud, las RRSS, las apps o la inteligencia artificial sin motivo alguno y simplemente “porque sí”. La tecnología tiene que formar parte de una clara estrategia de negocio que nos ayude a alcanzar mejor y a más velocidad todos los objetivos de negocio marcados.

Por último, no tenemos que hacerlo solos y no tenemos que hacerlo todo nosotros. Aprender a colaborar es también importantísimo en este nuevo contexto y hoy hay empresas magníficas que pueden ayudarnos a integrar todas las piezas tecnológicas en nuestros negocios para ayudarnos en el camino hacia la transformación digital.

Pero hagamos lo que hagamos no nos olvidemos de la Comunicación. Sí, con mayúscula. La comunicación tanto interna como externa. Tenemos que contar lo que queremos ser, el porqué de los cambios, dentro y fuera. Nuestros clientes tienen que sentir que estamos a la altura de un presente donde, como dice el filósofo Bauman, todo es líquido y ya no hay fronteras entre físico y virtual. Un mundo que cada día nos sorprende y que aún nos va a sorprender mucho más.

Haced vuestra esta fórmula. Aplicadla. Compartidla. Mejoradla. Compartidla otra vez. El aprendizaje de todos hará que nuestro tejido empresarial y nuestra economía sean más sólidas, más competitivas y que estemos mejor preparados para el mundo que está más cerca de lo que todos imaginamos.