Siempre ha existido el tablón de corcho colgado en las paredes. Recuerdo que en la universidad había uno donde cualquiera podía pinchar lo que quisiera. Fácilmente podías encontrar desde noticias sobre el Rectorado hasta la venta de completos apuntes o de maravillosas hierbas “aromáticas”.
El dueño del tablón
Luego podía resultar que la noticia sobre el Rectorado, anunciada como terriblemente dañina para los estudiantes, no era verdad; o que aquellos apuntes no eran tan completos; o que esas hierbas no eran en realidad aromáticas, sino de otra naturaleza más animosa (según me dijeron, yo nunca lo supe). En estos casos, ¿a quién reclamar? No se podía responsabilizar al dueño del tablón de corcho. Primero porque se desconocía quién era; luego, porque su disculpa sería que él solo había dispuesto un corcho enmarcado sobre la pared, pero no era responsable de lo que allí se pinchara.
No hay nada fuera del mundo real. El mundo digital también es real y está sujeto a sus leyes
Así ha ocurrido con las grandes plataformas digitales en Internet. Se han considerado a sí mismas como ese tablón de corcho donde cualquiera puede publicar lo que quiera, sin responsabilidad alguna sobre su contenido.
Cuestión de tamaño
“Con el tamaño viene la responsabilidad”. Así piensa Margrethe Vestager, vicepresidenta de la Comisión Europea de Una Europa Adaptada a la Era Digital, quien añade que “hay cosas que las grandes plataformas deben hacer y otras que no pueden hacer”. Tiene razón, es una cuestión de principios y de consecuencias, que cobra relevancia por el tamaño. No es lo mismo un tablón de corcho que afecta a unos cientos de estudiantes que una plataforma digital que afecta, al menos, a 45 millones de usuarios. Y no es lo mismo colgar un tablón y marcharse que colgar un tablón y hacer dinero con su contenido.
Con esta filosofía, el Parlamento Europeo ha adoptado la Ley de Servicios Digitales (DSA) y la Ley de Mercados Digitales (DMA). En breve serán publicadas en el Diario Oficial de la Unión Europea y tendrán aplicación directa en todos los Estados miembros sin necesidad de normas de transposición.
Lo que es ilegal es ilegal
Mediante la DSA las plataformas tendrán que adoptar medidas para evitar la difusión de contenidos ilegales o falsos en Internet. También deberán abrir sus algoritmos, a efectos de auditoría, para que se conozca su funcionamiento en temas, por ejemplo, de promoción de información o publicidad. Sabremos por qué una noticia aparece antes que otra.
Gracias a la DMA, ninguna plataforma de venta por Internet tendrá la tentación de dar preferencia a sus propios artículos. También permitirá comprar una aplicación para móvil en cualquier plataforma autorizada, no solo en la del fabricante. Más claro: podrás comprar aplicaciones de Apple fuera de Apple.
El principio de actuación es muy claro: lo que es ilegal en el mundo real es ilegal en el mundo digital
El principio de actuación de estas dos leyes es muy claro: lo que es ilegal en el mundo real es ilegal en el mundo digital. Es un principio básico, pero a veces olvidado. Se ha transmitido la idea de que el mundo digital es ajeno al real, o que las grandes plataformas son simples puertas y ventanas que dan acceso a un mundo, el digital, del cual no son responsables. Ambas ideas son falsas.
No hay nada fuera del mundo real. El mundo digital también es real y está sujeto a sus leyes. Y las grandes plataformas no son inocentes tableros de corcho que muestran una realidad digital. Ellas mismas son y configuran esa realidad digital. No son ojos digitales: son mirada.
El mundo digital también es real y está sujeto a sus leyes
¿Conseguiremos esa responsabilidad de las grandes plataformas? Cuando en la universidad me acercaba a un tablón de corcho siempre me decía: “¿Será verdad?, voy a comprobarlo”. La DSA y DMA nos ayudan, pero no todo es regulación: nunca deberíamos perder el espíritu crítico y de verificación.