Despotismo digital

Todo para el usuario, pero sin el usuario

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Despotismo digital“¡Es para mejorar la experiencia de usuario!”. Esta es la frase cierrabocas que, llevada al extremo, defiende cualquier tipo de acción que afecte a nuestra intimidad cuando usamos la tecnología. Ha sido sacralizada a fuerza de repetirla como un aforismo vacuo y de verla escrita entrecomillada junto a fotos de rostros sonrientes y alegres.

Me pregunto: ¿por qué se ríe esta gente que solo habla con eslóganes? Parece que les sacan la foto después de contar un chiste, el cual nosotros siempre nos perdemos. La chanza se encuentra en hablar de la experiencia de usuario sin que este tenga nada que decir. Es el nuevo tipo de despotismo ilustrado: todo para el usuario, pero sin el usuario. Nueva letanía que ilustra lo que más bien podemos llamar despotismo digital.

Puestos a saber sobre mí, propongo que primero averigüen si deseo ser investigado

La investigación de mercado siempre ha existido, con el sano objetivo de entender lo que quieren y no quieren nuestros clientes para así ofrecerles productos o servicios acordes a sus necesidades. Lo que ha cambiado es el método de investigación. Ya no nos piden que rellenemos encuestas: es tedioso y además podemos mentir. Es mejor pedir que grabes un vídeo breve con tu opinión (mejora la experiencia de usuario frente a los cuestionarios), o bien analizar los clics que haces por las páginas web que visitas. Después, esta información se le pasa a la inteligencia artificial, que es el nuevo valido de este despotismo digital.

Ver lo que no se ve

La inteligencia artificial es muy buena haciendo lo que se le pide y, en este caso, es insuperable en averiguar aquello que realmente queremos y que nosotros quizá no sabemos o queremos ocultar. Basta con analizar esas emociones ocultas en los microgestos imperceptibles que dejamos en la grabación de vídeo y que solo la inteligencia artificial es capaz de descubrir. O bien con examinar el tiempo que has estado en un enlace de contenido trivial.

Para ello se utiliza el denominado Modelo de los Cinco Factores, que fija la personalidad en cinco variables: apertura a la experiencia (en qué medida se es curioso o cauteloso); meticulosidad (si se es organizado o descuidado); extraversión (cómo se es de sociable o reservado); simpatía o capacidad de ser amigable y compasivo (o de ser insensible); y neurosis (en qué medida se sufre inestabilidad emocional).

Por ejemplo, las personas extravertidas tienen una más alta probabilidad de publicar fotos. Aquellas con altos valores en meticulosidad utilizan menos las redes sociales, actualizan menos su estado y la probabilidad de que padezcan adicción a la tecnología es menor. Todo esto se puede saber del usuario, pero sin el usuario. Ahora bien, no debemos preocuparnos si analizan nuestra personalidad hasta lo más recóndito, pues es por el noble propósito de mejorar nuestra experiencia.

¿Y si cuentan con nosotros?

Puestos a saber sobre mí, propongo que primero averigüen si deseo ser investigado por el loable propósito de ofrecerme incluso aquello que ignoro que me gusta. Con preguntármelo bastaría, y quizás con ello acabaría este despotismo digital y empezaríamos a pensar en el usuario, con el usuario.

De vez en cuando, recomiendo hacer algo distinto en el mundo digital: despistarás a la máquina y puede que descubras algo nuevo

De alguna manera, los mensajes que avisan de la existencia de cookies al cargar una página web van encaminados a ello. Pero algunos están escritos en un lenguaje tan optimista que uno piensa que si los rechaza se va a convertir en el ser más desgraciado de la historia: ¡no vas a tener los anuncios que te gustan, ni la misma música que escuchas siempre!

Salir de este despotismo digital es cosa de dos. Por un lado, esas organizaciones que tan preocupadas están por la experiencia de usuario deben contar con él. Para ello, deben advertir sobre qué información recopilan y si será tratada con inteligencia artificial, y no hacerte sentir desventurado si dices no.

Por nuestra parte, recomiendo dedicar unos segundos a los mensajes de las cookies, que nos pueden parecer impertinentes por las ganas que tenemos de acceder al contenido, pero a los que merece la pena atender; después, de vez en cuando, hacer algo distinto en el mundo digital: despistarás a la máquina inteligente y puede que descubras algo nuevo.